61. GRECO
Gioacchino Greco, conocido como il Calabrese y también como Cusentino, era de origen humilde, nativo de Celico, Cosenza, en Calabria, la misma provincia del reino de Nápoles de la que eran originarios los maestros Giovanni Leonardo y Michele di Mauro.
Greco aprendió ajedrez por los libros de Ruy López y Salvio (el de 1604), y las primeras noticias que hay de él son de su estancia en Roma, bajo la protección de varios prelados, como el Cardenal Savelli, Monseñor Corsini de Casa Minutoli, Monseñor Francesco Buoncompagno y otros, para quienes escribió diversos manuscritos, con una colección de partidas, que parece haber comenzado a escribir hacia 1619, y que contienen diverso material introductorio, como una sección acerca de la invención del ajedrez, los movimientos de las piezas, otra con el reglamento, Vsanza che nel gioco si osserva in diversi parti (u observaciones acerca de las particularidades del juego en distintos lugares), y, por fin, trucos y consejos a los jugadores para mejorar.
No pasó mucho tiempo en Roma, y viajó por Europa en busca de fortuna. En 1621 se encontraba en la corte del Duque de Lorena, en Nancy, a quien entregó una espléndida copia de su manuscrito, fechada 5 de julio de 1621. De Nancy se trasladó a París, donde los jugadores más destacados eran el Duque de Nemours, M. Chaumont de la Salle y Arnault le Carabin. Su destreza en el juego le permitió ganar rápidamente 5.000 coronas.
En 1622 viajó a Inglaterra, pero en el trayecto unos ladrones le robaron todo su dinero. En Londres se enfrentó a todos los jugadores destacados y, al menos dos de ellos, Sir Francis Godolphin y Nicolas Mountstephen, se quedaron con sendas copias de su manuscrito, al que Greco había añadido algunos extractos de Ruy López y el libro de Salvio de 1604.
Regresó a París en 1624, y durante su estancia en Francia pudo recuperar una parte de su fortuna. Allí reescribió su manuscrito, eliminando las partidas más largas y menos atractivas, y añadiendo algunas partidas brillantes. Se conserva cierto número de los manuscritos para sus protectores franceses, durante esa segunda visita a París (1624-1626).
Su siguiente viaje fue a Madrid, donde jugó en la corte de Felipe IV, derrotando a todos sus oponentes. Un noble español lo convenció entonces para que lo acompañase a las Indias Occidentales, donde murió antes de 1634, dejando toda su fortuna a los jesuitas.
Por sus primeros manuscritos no hay nada que permita suponer que Greco era un gran jugador, ni un teórico original, pues seguía al pie de la letra los viejos tratados. Así, el material que contiene el que escribió para Monseñor Corsini viene a ser un extracto del libro de Ruy López. En las pocas partidas restantes (extraídas en parte de Salvio) emplea el enroque libre, que se había hecho habitual en Roma poco antes. Esos manuscritos de su período romano son, sobre todo, colecciones de líneas de apertura, no de partidas. En los manuscritos ingleses comienza adaptando el juego a las reglas del país en que se encontraba. Así, por ejemplo, en una partida se captura un peón in passing (al paso), aunque en la mayoría de las partidas sigue empleando el enroque libre (que en estos manuscritos se suele llamar «al modo italiano»). Sólo después de las revisiones de 1624-1625 se encuentran las reglas normales del enroque (o no italianas, y llamadas durante un tiempo en Italia, arroccamento alla Calabrista, precisamente por Greco).
Estos manuscritos ingleses de Greco y los de su segunda visita a Francia ya no constan sólo de aperturas, sino de partidas, en las que el juego se prosigue hasta el mate o hasta un punto en que éste es inminente. Las combinaciones que concluyen las partidas a menudo son brillantes y espectaculares, aunque en buena medida se deben a jugadas flojas del perdedor. Una partida completa es más atractiva para el público que un análisis, por preciso que éste sea, y esa característica fue la que dio inmediato éxito y una duradera popularidad a la obra de Greco.
Las partidas se basan en sus aperturas favoritas, y difícilmente podía esperarse que añadiese nuevas aperturas a las muchas que por entonces ya se conocían. Sin embargo, parece haber sido la primera autoridad en la Defensa Cunningham (1 e4 e5 2 f4 exf4 3 Cf3 Ah4+) y también en la línea 1 f4 e5 2 fxe5 Dh4+. Con la excepción de estas y algunas otras partidas, los manuscritos posteriores de Greco constan de las trampas de apertura familiares a los jugadores italianos, así como de las aperturas de Polerio y algunos otros manuscritos anteriores. El único inconveniente de su obra es que sus partidas no están comentadas y, por tanto, no explica a sus lectores los principios que rigen el juego. La gran aportación de Greco al ajedrez estriba en el hecho de que hizo conocer ese material a un amplio círculo de jugadores y aficionados, mucho mayor del alcanzado por Polerio y sus contemporáneos: sus manuscritos se convirtieron en una de las producciones más importantes de la literatura ajedrecística.
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De HISTORIA DEL AJEDREZ, por A. Gude.
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