El escritor japonés Ryunosuke Akutagawa (1892-1927), traductor de Yeats y Anatole France, fundador y colaborador en diversas revistas literarias de su país, alcanzó celebridad por sus libros de relatos y fábulas acerca del Japón feudal. Rashomon, por ejemplo, es muy conocida en el mundo occidental. Akira Kurosawa la llevó al cine en 1950: una extraña historia, narrada en diversos planos y visiones por los distintos protagonistas. Se hizo luego una versión americana, ambientada en el Oeste, creo recordar que con Claire Bloom. Hay otras colecciones de cuentos suyos como ‘El biombo del infierno’, ‘La nariz’, ‘Flores de la noche’ o ‘La vida de un idiota’ que contribuyeron a su considerable prestigio.
Pero de lo que yo quería hablar es de un cuento breve suyo, que me impresionó hace mucho, ‘Senin’. El senin era, al parecer, un personaje mítico de las leyendas japonesas o, mejor dicho, un ser humano que, con el tiempo, se convertía en senin, es decir, en alguien capaz de volar. Ya en la era moderna, un avispado pone un anuncio en un periódico buscando a alguien que quiera convertirse en senin. Responde un joven muy interesado y convencido. El autor del anuncio le dice que para convertirse en senin tiene que servirle durante quince años (hablo de memoria, tal vez menos) en todas las tareas y todo aquello que le pida. El joven acepta esa condición. Al cabo de los quince años, le pide a su amo que lo convierta en senin, puesto que él ya ha cumplido su parte del pacto. El hombre lo hace subir a un edificio muy alto (¿o era un árbol?) y le dice que debe lanzarse desde allí y que, al hacerlo, volará. Así lo hace el joven y… ¡vuela! ¡Ya es un senin!
Un año antes de su muerte, Akutagawa comenzó a sufrir serios trastornos psíquicos y alucinaciones, que le llevaron a suicidarse, ingiriendo un frasco de veronal. Ese día, 24 de julio de 1927, dejó una nota escrita, que debe haber sido su mayor creación literaria: «Me quito la vida a causa de una vaga inquietud» (otros han traducido: «un sombrío desasosiego»).
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