Italo Calvino dio su primer paso al frente como autor de categoría con ‘Il sentiere dei nidi di ragno’ (El sendero de los nidos de araña) sobre su experiencia como partisano, durante la Segunda Guerra Mundial. El resto es una antología de obras magistrales, entre las que, en mi opinión, destacan ‘Las ciudades invisibles’, ‘La jornada de un escrutador’ y la trilogía seudofantástica ‘El vizconde demediado’, ‘El barón rampante’ y ‘El caballero inexistente’. Ensayista notable, moralista, indagador de la condición humana, Calvino dejó huella en el mundo de hoy, a pesar de haber desaparecido en 1985.
En 1959, a un cuestionario sobre sus autores preferidos, dio una respuesta que no podía ser más literaria y, a la vez, más auténtica y curiosa:
«Amo, sobre todo, a Stendhal porque sólo en él la tensión moral individual, la tensión histórica y el impulso vital son una misma cosa: tensión lineal novelesca.
Amo a Pushkin porque es transparencia, ironía y seriedad.
Amo a Hemingway porque es ‘matter of fact’, ‘understatement’, voluntad de felicidad, tristeza.
Amo a Stevenson porque parece que vuela.
Amo a Chéjov porque no va más allá de donde va.
Amo a Conrad porque navega en el abismo y naufraga.
Amo a Tolstoi porque a veces estoy a punto de entender cómo lo hace y, en cambio, no entiendo nada.
Amo a Manzoni porque hasta hace poco lo odiaba.
Amo a Chesterton porque quiso ser el Voltaire católico y yo hubiese querido ser el Chesterton comunista.
Amo a Flaubert porque después de él no se puede pretender hacer nada que se le parezca.
Amo a Poe el de ‘El escarabajo de oro’.
Amo al Twain de ‘Huckleberry Finn’.
Amo al Kipling de ‘El libro de la selva’.
Amo a Nievo porque lo he releído muchas veces divirtiéndome tanto como la primera.
Amo a Jane Austen porque no la leo nunca pero me alegro de que exista.
Amo a Gogol porque deforma con precisión, maldad y medida.
Amo a Dostoievski porque deforma con coherencia, con furor y sin medida.
Amo a Balzac porque es visionario.
Amo a Kafka porque es realista.
Amo a Maupassant porque es superficial.
Amo a Mansfield porque es inteligente.
Amo a Fitzgerald porque está insatisfecho.
Amo a Radiguet porque la juventud nunca vuelve.
Avo a Svevo porque alguna vez habrá que envejecer.
A título póstumo se publicó un gran ensayo suyo: ‘Seis propuestas para el nuevo milenio’.
Como dato curioso: Italo Giovanni Calvino había nacido en Cuba, aunque de padres italianos.
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