Normalmente, un libro por encargo no hace muy feliz a un autor, entre otras cosas porque presupone encorsetar el tema. Cuando la Editorial Almuzara me invitó a escribir un libro para su colección ESO NO ESTABA EN MI LIBRO DE HISTORIA DE…, pensé que querían una historia orgánica y tradicional del ajedrez (orígenes, expansión, etc.), pero se apresuraron a aclararme que los temas quedaban a mi entera libertad.
Eso no dejaba de ser una buena oportunidad para rescatar algunos momentos estelares de la densa historia de nuestro juego, que me permitirían dar rienda suelta a algunos de mis temas preferidos, a mi personal mitomanía…
El libro debía tener unas 300 páginas. Finalmente, salió con 432. Los temas se me fueron un poco de extensión y la editorial tuvo el buen gusto de no tocar el texto. Por otro lado, el diseñador gráfico, Fernando de Miguel Fueyo, fue el culpable de elegir e incluir numerosas ilustraciones (creo que unas 150). Se hicieron cinco correcciones dobles, de la editora Isabel Blasco y mías (lo normal es que sean dos, máximo tres). Y aun así me encuentro de buenas a primeras, con dos errores en el capítulo sobre Petrosian: falta la primera jugada negra de la partida Spassky-Petrosian (página 256) y el diagrama de la p. 261 está repetido del anterior. Naturalmente, temo que haya más. No sólo en la imprenta hay duendes. También los hay en los escritorios de los correctores de galeradas.
Escribí con placer acerca de todos los temas, de modo especial sobre la saga de los turcos, sobre Pillsbury, Donner, Tal y el último capítulo, un tema que me es muy querido: Heterodoxos y célebres desconocidos.
“¿A qué le llamas célebres desconocidos?”, me preguntó Javier Ochoa, apenas publicado el libro, en Padrón. “Pues a aquellos jugadores que, siendo relativamente famosos, han caído en el olvido. Por ejemplo, Gunsberg.” “No lo conozco.” “Pues jugó un match por el título mundial.” Jugadores de altísimo nivel, como Lutikov, como Planinc, como Romanishin. Todos ellos hijos pródigos de Caissa, destinos fatales o sombríos.
El flechazo está lanzado. Habrá que ver si da en el blanco.
Como dijo Lasker, “el hombre es responsable de su trabajo, pero no de sus resultados.”
(Peón de Rey nº 138, enero-febrero 2019, pág. 55.)
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