ajedrez, diciembre 9, 2011

ALEKHINE sobre REFORMISTAS y NEORROMÁNTICOS (y 2)

«Estos maestros han conseguido demostrar que incluso a pesar de la marea de los recientes logros teóricos, sigue habiendo campo suficiente para el desarrollo de la imaginación, del temperamento y de la fuerza de voluntad. A sus éxitos desde la guerra, le debe el juego del ajedrez su inesperado avance.
«Podríamos calificar a los integrantes de este grupo como neorrománticos, y ellos se han referido a sí mismos como tales, pero también podrían llamarse los trágicos del ajedrez, porque mientras que el reformista recibirá alborozado los errores de su oponente en un sentido utilitario, el neorromántico desea ejecutar a la perfección el gran esquema que ha concebido.
«Aquí llega el momento en que el ajedrez ha de calificarse como el más trágico de todos los artes, porque el artista del ajedrez, en cierta medida, depende de un elemento que está fuera de su capacidad; tal elemento es el colaborador hostil que, con negligencia, amenaza con destruir un edificio mental sin fisuras. El jugador de ajedrez que aspire a demostrar el cómo del juego considerará el punto como una pobre compensación a la hora de gratificar sus logros artísticos.
«Su inclinación a crear a menudo se traduce en contrariedades, pero en última instancia la pasión sale victoriosa, y eso se debe sólo a la capacidad de sacrificio de muchos iluminados talentos ajedrecísticos, porque sus aspiraciones creativas han determinado sus carreras profesionales, a fin de que el mundo del ajedrez se libere de la superstición de los reformistas. El ajedrez no es el fútbol.
«Entre los dos grupos de aspirantes a los premios de Carlsbad, mencionaremos también a los llamados clásicos, sobre todo Akiba Rubinstein, de Polonia, y luego el apóstol del peón de rey, Rudolf Spielmann, de Austria, y por último, pero no lo menos importante, el dotado pero un tanto errático, campeón norteamericano, Frank J. Marshall.»

Lo primero que llama la atención, en este interesante artículo, es, por supuesto, la denominación de las «escuelas» de jugadores. Los «reformistas» serían hoy considerados «clásicos» o «posicionales» (incluido Akiba Rubinstein). Los «neorrománticos» son, por supuesto, los hipermodernos, y tanto Spielmann como Marshall podrían calificarse de jugadores de ataque, de estilo un tanto pasado, tal románticos fuera de época. Curiosamente, entre los «reformistas» Alekhine incluye a Grünfeld, citado en todas partes como integrante de pleno derecho de la escuela hipermoderna y, para mayor inri, atribuye los méritos de esta escuela a Breyer y Réti, ya fallecidos entonces, pero no menciona a Nimzovich quien, cinco años atrás, había publicado ya su famoso libro ‘Mi Sistema’, además de haber escrito toda una serie de artículos que lo convirtieron en el verdadero apóstol del hipermodernismo.
Curiosamente, el vencedor del torneo fue precisamente Nimzovich, en una de las mejores actuaciones de su carrera, con 15 puntos (de 21), seguido de Capablanca y Spielmann, 14,5; Rubinstein 13,5 etc.
En cualquier caso, la reivindicación apasionada del ajedrez como arte creativo es muy coherente con toda la postura y trayectoria de Alekhine.
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