Algunos tramposos desvirtuadores
Hans Ree contó en una ocasión cómo cayó víctima de un amaño entre colegas suyos holandeses. Fue en un Campeonato de Holanda de Blitz, en el que, a falta de una ronda, él, Timman y Böhm encabezaban la clasificación con una diferencia de medio punto entre ellos. Ree terminó pronto su partida, mientras que Timman y Böhm jugaban entre sí. Le preguntaron el resultado y él, ingenuamente, lo reveló, lo que permitía al par de amigos amañar el resultado (perder uno de ellos) para compartir luego el dinero del premio. Böhm y Timman no sólo eran amigos, sinno que incluso compartían apartamento.
Enel Campeonato de Europa Inndividual de 2001, Konstantin Aseev abndonó su partida con Ponomariov, musitando en ruso unn innequívoco «¡hijo de puta!». Ante la petición de explicaciones de periodistas y colegas, Aseev explicó que el día anterior ambos habían convenido hacer tablas. Pero a medida que la partida fue evolucionando y aquél recordó a su contrario lo de firmar las tablas, Ponomariov recurrió a la figura táctica del «juguemos un poco más.» La negligencia de Aseev, convencido de que su contendiente respetaría el acuerdo, propició una mejor posición para Ponomariov, que siguió jugando hasta ganar.
También a Ponomariov le preguntaron (ley de la jungla) si era cierto que habían acordado tablas anticipadas, y respondió que sí, que así era, pero que, al comentarlo con su patrocinador, éste no le había dado permiso para hacerlo. La pregunta es: ¿tampoco le dio permiso para decírselo a Aseev? Aunque el daño ya estaba hecho, pues el leningradense no se habría preparado para la partida.
Recuerdo una experiencia personal, en un torneo regional juvenil de mucho tiempo atrás, en el que mi principal oponente, frustrado por una inesperada derrota, me dijo que no se presentaría a jugar al día siguiente (cuando debíamos enfrentarnos). No sólo pensaba en voz alta. Regresamos caminando juntos y, al despedirse, me lo aseguró: «No te preocupes, mañana no jugaré.» Pero llegó y ni siquiera se disculpó. Por fortuna para mí, no lo había creído del todo, así que el daño psicológico fue mínimo.
El GM rumano Florin Gheorghiu era un especialista en ese tipo de desvirtuación. En varias ocasiones, tal vez atenazado por el miedo a perder, en más de una ocasión acordó tablas previas a la partida. En un caso, su contrario de turno, le preguntó si debían firmar ya la planilla. Y Gheorghiu le dijo: «Juguemos un poco más. Por el público.» «¿Cuánto más?» «Unas seis o siete jugadas.» «De acuerdo.» Y Gheorghiu que era muy fuerte, fue encontrándose en una posición superior. ¡Qué pena desperdiciarla! Así que, sin mediar explicacion alguna, siguió jugando hasta ganar… ¿Qué podía hacer su rival? ¿Quejarse al mundo de que había sido un estúpido por caer en un acuerdo no respetado y no permitido?
En otra ocasión, Gheorghiu se enfrentó a Tigran Petrosian, que se las sabía todas. Sucedió lo mismo. Petrosian le recordó el acuerdo de hacer tablas. «Sigamos jugando… por el público.» Petrosian no dijo nada. Entonces Gheorghiu jugó y se levantó para ir al baño, y el campeón del mundo lo siguió y le dijo: «Si haces una sola jugada más, te arranco la cabeza, ante el tablero y en presencia de todo el público». El mensaje fue entendido.
Hay muchos otros casos…
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Anonymous 09:06, diciembre 12, 2012
Supongo que se referirá a maestros ilustres como Bogdan Lalic o Davor Kolmjenovic aunque también hay otros como Kurajica que se han vendido para que otros consiguieran normas de GM, o Sarthou y Marciano y sus apaños en las eliminatorias de la FIDE para el Mundial…; se trata de una práctica a todos los niveles – los aficionados usando software para consultas – tan deplorable como extendida, la cual guarda estrecha relación con la dureza ínsita de todo deporte. Creo que, a nivel psicológico, sería una buena idea que ningún jugador perdiera puntuación aun cuando sus actuaciones no fueran buenas sino que los registros o rendimientos de cada ajedrecista sólo sumaran: los resultados tendrían efecto de forma mediata pero creo que sería positivo. Será por números… Saludos. Armando.
Antonio Gude 10:49, diciembre 06, 2012
Antonio Miguel.
Sí, lo idea sería que recordasen que es una lucha (intelectual) entre caballeros… Pero la sola mención de esta palabra nos convierte, a ojos de muchos, en «caídos de la parra». Recuerdo que, en la que posiblemente fue su última entrevista, Tal le dijo a Nana Alexandria que «le gustaría que entre todos pudiésemos preservar el ideal caballeresco del ajedrez.»
Ahora, esta entrada me ha hecho pensar que el tramposo es, ante todo, un pragmático para quien los medios no sólo justifican su fin, sino que ni siquiera se cuestiona sus malas artes. Yo diría que hay tres tipos principales de tramposos: los marrulleros (Korchnoi, Gheorghiu, gente así, que explota todos los filones deportivos), los estrafalarios (caso Crisan, por ejemplo) que buscan una repentina notoriedad, y, por último, los que buscann sacar un provecho econnómico (a veces, incluso mínimo), como aquellos profesionales que recorren el circuito de abiertos haciendo apaños de poca monta con colegas para sacar algún dinero extra de los premios.
Anonymous 09:25, diciembre 06, 2012
Estos problemas se evitarían sí todos los jugadores recordasen de vez en cuando, que el ajedrez es, entre otras cosas, una lucha. Más que un pacto entre caballeros.
Peor es quizá el comportamiento de jugadores, como Victor Korchnoi. Que luchan, no sólo contra las piezas, como el caballeroso Gligoric. Sino contra el adversario… y a menudo sin reparar en barreras morales. Korchnoi, según Spassky, intentaba distraer al rival durante la partida, haciendo ruidos. Y a veces, llegaba incluso a insultarlo. Como a Karpov, durante el mundial de Merano de 1981.
Antonio Miguel.