ajedrez, octubre 21, 2013

APROXIMACIÓN A DAVID BRONSTEIN (1)

Prólogo a EL AJEDREZ DE TORNEO
(edición española, Aguilera/Fundamentos, 1984)


Antonio Gude

1


El hombrecillo calvo, con aspecto de profesor de Latín, se sienta.

Cuando el ajedrezado del tablero no se refleja en sus gafas, sus ojos, inquietos, parecen aguzados puntos de un tablero electrónico.
El hombrecillo acaba de sentarse.
Juega con blancas.
El árbitro ha puesto en marcha el reloj.
Su oponente se llama Korchnoi.
Podría haberse llamado Taimanov, Keres o Botvinnik.
El hombrecillo está tranquilo.
Parece tranquilo.
Al hombrecillo le preocupa el tiempo, el análisis del tiempo.*
Se diría, empero, que no le preocupa derrocharlo.
Hace ya veinte minutos que cavila su primer movimiento.**
Nuestro hombrecillo se llama Bronstein.
Dicen que nació en algún lugar de Ucrania.
Dicen que es un gran ajedrecista.
Centenares de veces ha experimentado el mismo trance, al comienzo de la partida, para perplejidad de espectadores y expertos.
Finalmente, juega.
Nada nuevo, 1.e4: el peón de rey avanza dos casillas.
Se trata de un match por equipos
(…)
Sus compañeros increpan al hombrecillo: ¿cómo ha podido permitir la tremenda amenaza de las negras?
El hombrecillo se encoge de hombros.
Le toca jugar.
Sin apenas sentarse, sacrifica su torre.
Increíble. ¿Tendrá tablas?
¿Algo más, acaso?
Pasa el tiempo.
Crece la tensión: hay más de una garganta seca.
Korchnoi, por fin, inclina su rey.***
 
 
2
 
El ajedrez es imaginación

BRONSTEIN
 
Bronstein acaba de cumplir sesenta años, exactamente el 19 de febrero, y con ello se ha cumplido casi medio siglo de dedicación constante al ajedrez. Y también de pasión, de una pasión de incontenible fuerza creadora, de curiosidad inagotable por nuestro juego, que él considera exclusivamente un arte.
 
«Hay una pregunta que se repite desde hace tiempo: ¿es el ajedrez una ciencia, un deporte o un arte? Bronstein, rotundamente, responder que es un arte.»****
 
Poderosas razones habrá encontrado el joven Bronstein para forjar su portentosa imaginación en las aventuras del noble juego. El Palacio de los Pioneros de Kiev y su instructor Konstantinopolsky habrán bastado al principio para fustigar su espíritu: combinaciones, hermosos mates, sacrificios, defensas sutiles, combinaciones, combinaciones…
Alguien le habrá dicho que el dominio de los finales es esencial, pero él, por su parte, habrá comprendido que no lo son menos la apertura, ni el medio juego ni, en fin, el conocimiento de las partidas del pasado, tema recurrente en los comentarios bronsteinianos.
Sucede que el joven ajedrecista alcanza pronto cimas de notoriedad por su elegante ejecución en las escaramuzas del juego: brillantes resultados deportivos y no menos brillantes producciones le encaraman rápido a las esferas celestes que hacia 1948 están localizadas en Saltsjöbaden, donde se disputa el primer torneo interzonal. Bronstein acude allí en representación de la URSS, junto con Boleslavsky, Kotov, Bondarevsky, Lilienthal, Flohr y Ragozin, todos ellos famosos. Él, en cambio, es poco conocido fuera de su país. Pero consigue ganar el torneo.
Dos años más tarde (1950) se celebra en Budapest el torneo de Candidatos, donde igualmente se alza con el primer puesto, esta vez en compañía de Boleslavsky. Se impone un match de desempate para designar quién ha de enfrentarse a Botvinnik. Y triunfa Bronstein.
Pero ¿cómo juega Bronstein? ¿Qué es lo que caracteriza su fuerza?
 
«Bronstein se distinguió desde joven por una gran habilidad para organizar el ataque, junto con una marcada intuición para detectar las sutilezas tácticas latentes en la posición.»*****
 
Así pues, se trata de un jugador de ataque, de un ajedrecista sutil, habituado a desentrañar los secretos de la posición…
Con 1951 llega el inevitable y apasionante match con Botvinnik, con el título mundial en juego. Bronstein apenas sueña con ganar. Hay que saber quién es Botvinnik, de qué modo inapelable domina a sus colegas. En la Unión Soviética se le considera casi un dios, el campeón por antonomasia.
Bronstein comentará más tarde:
 
«Durante el transcurso de mi preparación para el Campeonato del Mundo de 1951 no logré desvelar el secreto de Botvinnik, es decir, sus ininterrumpidas victorias. Pero tuve la suerte de dar con algo más importante: el algoritmo del juego a seguir en aquel encuentro. Tras haber analizado profundamente más de cien partidas del campeón del mundo, decidí improvisar en el tablero, a pesar del peligro que ello entrañaba.»******
 
(continuará)
 
* «El origen de la falta de tiempo debe buscarse, a veces, en reducidos fragmentos de la partida.» (Bronstein, 200 Partidas abiertas).
**»Usted habrá visto que a menudo pienso durante quince o veinte minutos antes de efectuar la primera jugada. Quizá el público se pregunte cómo es posible, cuál es la razón… Y la única razón es que así es cómo yo juego… como un pintor trabajando en un cuadro. Así trabajo y así creo.» (D. Bjelica, BRONSTEIN).
***Se alude aquí, arbitrariamente, a la partida Bronstein-Korchnoi, Leningrado 1960 (match Moscú-Leningrado).
****Max Euwe.
*****G. Porreca, ‘Dizionario Enciclopedico degli Scacchi’.
****** 200 partidas abiertas (Bronstein).
+   
 

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