¿Qué dicen que dijo?
Aún no he tenido ocasión de leer el libro de Yuri Averbaj Centre-Stage and Behind the Scenes (En el centro del escenario y entre bastidores), recientemente publicado por New in Chess. Las memorias de Averbaj aparecieron, en ruso, en 2003, pero no sé si este libro en inglés es una versión del mismo o un libro diferente.
El GM Yuri Averbaj (nacido en 1922) no debería necesitar presentación, pero un breve recorrido por su impresionante currículo puede servir de recordatorio: candidato al título mundial en Zurich 1953, campeón de la URSS en 1954 (superando en punto y medio a Korchnoi, Taimanov y Petrosian), participante en numerosos torneos internacionales, poco a poco fue recortando su participación en el tablero para dedicarse a otras actividades, siempre relacionadas directamente con el ajedrez, como dirigir las revistas Shajmaty URSS y Shajmaty Bjuletien, escribir sobre teoría de finales (campo en el que pasa por ser uno de los mayores expertos del mundo), historiador, entrenador, compositor de estudios, árbitro internacional, presidente de la Federación Soviética y directivo de la FIDE.
El autor titula el prólogo de su libro Uno no elige su tiempo. Ciertamente, y como acertadamente señala Hans Ree (que reseña el libro en NIC.2011/6), el tiempo pasado no fue fácil para Averbaj, que vivió la era estalinista y la ‘gran guerra patriótica’ (la invasión alemana, durante la Segunda Guerra Mundial). Aun así, Averbaj tiene claro que fue más afortunado que la mayoría de sus coetáneos y colegas, muchos de los cuales murieron o desaparecieron ignominiosamente, mientras que otros llevaron una existencia más o menos penosa.
Los tiempos eran ciertamente duros. Lo eran en Europa y más aún en la URSS. En 1957 (cuando ya era gran maestro, ex candidato al título mundial y había ganado el Campeonato URSS), Averbaj y su esposa vivían en un apartamento de 12 metros cuadrados. ¿Es eso un apartamento? Averbaj pidió uno mayor a las autoridades y su petición fue denegada. Por fin consiguió que le concediesen una habitación de 19 metros cuadrados en un piso de tres dependencias.
Una de las cualidades de Averbaj es la de ser un buen diplomático. Un ejemplo: en el Congreso extraordinario de la FIDE, en 1975, se acercó al presidente Max Euwe y le dijo: «Debo pedirle excusas de antemano, pero el Comité de Deportes me ha ordenado que le critique.»
Budapest, 1950. Torneo de Candidatos. La idea del complot Vainstein/Bronstein/Boleslavsky para promover un match triangular con Botvinnik es interesante, pero conocida. El desenlace de este torneo lo ha contado Averbaj de diversas formas, a conveniencia.
El pacto de Curaçao
Denunciado por Fischer y apoyado por muchos, el supuesto pacto o conspiración del Torneo de Candidatos de 1962, entre Petrosian, Geller y Keres. Averbaj, jefe de la delegación soviética en Willemstad niega la existencia de tal pacto: «En lo que a Keres se refiere, es impensable que un caballero como él se hubiese prestdo a una conspiración así.» Pero en 2002 Averbaj dijo otra cosa: «Tenemos a dos viejos amigos, Petrosian y Geller, y a Keres que, por razones prácticas, decidió hacer tablas con ellos, reservando así energías para la última parte del torneo.»
La desconfianza de Botvinnik
Averbaj tuvo ocasión de tratar frecuentemente con Botvinnik, e incluso llegó a disputar con él numerosas partidas amistosas. Si no llegó a convertirse en amistad, el trato entre ambos era, al menos, cordial.
En una ocasión, los Averbaj fueron invitados a comer a la dacha de Botvinnik, y la esposa de aquél llevó una hermosa tarta del Café Nacional, cuya repostería era muy apreciada. Todo el mundo disfrutó de una buena porción de la misma. Todos, menos el anfitrión quien, sólo al anochecer (y tras haber comprobado que a nadie le había hecho daño) se dispuso a dar cuenta del último trozo.
En otra ocasión, Botvinnik, Estrin y Averbaj regresaban de una partida (match con Smyslov, en el que Estrin y Averbaj eran analistas del campeón) en coche y antes de llegar a su casa, Averbaj dijo que se apeaba porque quería caminar el resto del trayecto. Botvinnik le comentó a Estrin: «Está claro que se dirige a casa de Smyslov para mostrarle nuestros análisis.»
Apuntes finales
En la última parte del libro el autor dice deplorar la elección de Kirsan Ilyumzhinov como presidente de la FIDE, consolidando lo que llama el «despotismo oriental», iniciado por Campomanes, pero sin grandes críticas. Desde 1995, dice, el ajedrez es el presente, y el tema de mi libro es el pasado.»
¿En el centro del escenario? Tal vez. Todo, o casi todo, parece haber quedado entre bastidores. Ni una partida, ni una posición. No sé si vale la pena leer el libro.
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