Hoy han comenzado en Bhubaneswar (India) los Campeonatos Mundiales Juveniles (menores de 20 años), en sus dos secciones abierta (o absoluta) y Femenina.
Observando las listas de participantes, me encuentro con dos sorpresas desagradables: la primera, y más importante, es que, una vez más, España no ha enviado representantes. ¿A qué se debe esta negligencia? ¿A problemas económicos? Pues debo decir que no lo entiendo, porque luego nos jactamos, por activa y pasiva, de que somos uno de los países que organizamos más torneos en el mundo. ¿Y no podemos enviar a nuestros chicos, a nuestros talentos a competir por el título mundial junior? Si las carencias económicas son tan importantes, las comparaciones, siempre tan odiosas, no nos permitirían explicárnoslo, porque veo por ahí a representantes de «potencias» como Georgia, Kirguizistán, Bélgica, Croacia, Filipinas o Portugal, y Chile incluso envió a dos jugadores en la sección absoluta.
En segundo lugar, y aun teniendo en cuenta que en los últimos años el Mundial Juvenil es abierto (o eso parece), la participación de jugadores indios me resulta asombrosa: he contado hasta 26 (de un total de 80) en la sección absoluta, y 19 (de 56) en la Femenina. Esto es muy peligroso, porque multiplica la posibilidad de apaños y componendas entre jugadores de la misma nacionalidad. Si no tenemos que pensar mal, entonces dejemos que las trampas que hoy proliferan como hongos en el ajedrez internacional, sigan su curso y nos dediquemos a contemplar el paisaje con espíritu evangélico.
¿He dicho que estoy asombrado? Estoy escandalizado y más escandalizado aún por el hecho de que nadie comente estas cosas.