7. EL SIGLO XVIII
77. EL AUTÓMATA
Hay otro personaje importante en la segunda mitad del siglo XVIII: el Autómata Ajedrecista, popularmente conocido como El Turco, cuya fama se prolongaría hasta avanzado el siglo XIX.
En una época de ingeniosas construcciones mecánicas, el barón e ingeniero húngaro Wolfgang von Kempelen (1734-1804) presentó en sociedad, en 1769, a su Autómata, una figura humana, con vestimenta oriental y turbante, sentada detrás de un mueble, sobre el cual había un tablero de ajedrez. Esta figura o criatura artificial se enfrentaba a todo aquél que quisiese hacerlo, moviendo las piezas con su mano izquierda. Producía la clara impresión de ser una máquina cuyo misterioso mecanismo le permitía encontrar las mejores jugadas en todas las situaciones.
Esa primera exhibición tuvo lugar en la corte de la emperatriz María Teresa de Habsburgo, y a ella seguirían muchas otras, pues la popularidad y expectación que había despertado el invento de von Kempelen era increíble. Los periódicos más importantes reproducían, con dibujos minuciosos, la apariencia de la figura y rendían cumplidas crónicas de sus actuaciones. En 1783 y 1784 El Turco realizó una gira por importantes ciudades europeas, como Leipzig, Dresde, París y Londres.
En 1804, tras la muerte del Barón, el Autómata fue adquirido por un empresario de Baviera, Johann Nepomuk Maelzel, un músico experto y hombre de iniciativa, que había inventado el metrónomo para Beethoven. Entre 1805 y 1808, Maelzel llevó a su criatura en varias giras por Alemania.
En 1809 Napoleón se enfrentó a El Turco en el palacio vienés de Schönbrunn, donde aquél había establecido su cuartel general, durante la campaña de Wagram. El emperador fue fácilmente derrotado y se dice que, en un acceso de ira, el corso arrojó las piezas al suelo.
Durante algunos años, la criatura fue propiedad del príncipe Eugène de Beauharnais, que la había adquirido más por curiosidad que por otra cosa. Pero Maelzel volvió a comprarla en 1817, recorriendo todo el mundo con su juguete. Así, realizó giras por París y Londres entre 1818 y 1820; por Holanda, entre 1821 y 1822; y por Estados Unidos en una larga década, 1826-1836.
En realidad, el Autómata era un fraude mayúsculo, puesto que en su interior albergaba a un duende en un compartimiento secreto. Retrospectivamente, el ingenio desplegado por su creador despierta aún mayor admiración, por cuanto al iniciarse cada exhibición, el presentador abría puertas y cajones del mueble para que los espectadores pudiesen comprobar que allí no había «trampa ni cartón». Sin embargo, el escritor Edgar Allan Poe, que había presenciado varias exhibiciones del Turco en la Costa Este, demostró, en una serie de artículos, cómo podía esconderse el jugador humano, y antes ya lo habían sugerido otros. Por si quedase la menor duda, el famoso mago John Gaughan construyó, en 1989, una réplica exacta y demostró, inequívocamente, que Allan Poe tenía razón. Todos los mecanismos, tuercas y palancas no tenían, por supuesto, otro fin que el de contribuir a crear una atmósfera ilusoria.
Para el éxito de sus exhibiciones era imprescindible que el Turco ganase siempre o casi siempre, de ahí que sus empresarios hubiesen contratado a ajedrecistas profesionales para manipularlo. No se conoce, a ciencia cierta, quiénes fueron los primeros operadores, pero se cree que, entre otros, lo fueron Allgaier (en 1809), Boncourt (1818), Lewis (1818-1819), Williams (1819), Mouret (1820), y Schlumberger, a partir de 1826.
Wilhelm Schlumberger (1800-1838) fue el último operador del Turco, al servicio de Maelzel. Asiduo del Café de la Régence, se dice que sólo era inferior en fuerza de juego a La Bourdonnais y que Saint-Amant habría sido alumno suyo. Triste destino el de Schlumberger: prisionero durante años de una marioneta ¡que él mismo manipulaba!
En 1838 fallecieron Maelzel y Schlumberger, durante un viaje a Cuba. El Autómata se exhibió, desde entonces, en el Museo Chino de Filadelfia, donde fue destruido por un incendio, en 1854.
+
De HISTORIA DEL AJEDREZ, por A. Gude.
+
¿Quieres comentar algo?