Fin del epílogo al libro PRÁCTICA DE MI SISTEMA, A. Nimzovich, Ed. La Casa del Ajedrez, 2006, pp. 222-223.
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Si entre las partidas que se juegan en la alta competición hay un gran número de ellas en las que se plantean las defensas Nimzoindia e India de Dama (por no hablar de la variante 3 e5 en la Francesa), entonces está claro que el nombre de Nimzovich y su influencia perviven en el ajedrez contemporáneo, y lo hacen de forma muy activa. En el anuario 76 de ‘New in Chess’, por ejemplo, de un total de 33 artículos teóricos, hay dos estudios sobre la Variante del Avance (que cabría atribuir a Nimzovich), uno sobre la Nimzoindia y otro sobre la India de Dama, y en el nº 77, de un total de 32, uno está consagrado a la Variante del Avance de la Francesa, dos a la Nimzoindia y uno a la India de Dama. Todo esto confirma la vitalidad teórica de sus sistemas de apertura.
La FIDE realizó una encuesta en la década de los noventa, entre jugadores profesionales, autores y periodistas, sobre el tema ¿Cuál es el libro más influyente de la historia del ajedrez? El resultado final reveló que los dos libros más influyentes para los encuestados habían sido Mi sistema y El ajedrez de torneo (Bronstein). Teniendo en cuenta la marea de libros de ajedrez que se han publicado desde 1925, el éxito de Nimzovich como autor no podía ser más espectacular.
En cuanto a jugadores concretos, Nigel Short, por ejemplo, declaró en una entrevista que su libro preferido era Nimzowitsch: A Reappraisal, de Raymond Keene. Para Vladimir Malajov Mi sistema es su libro de cabecera. Otros, como Peter Lékó o Sergei Tiviakov declaran que los libros que más les han influido son los de Petrosian, ergo, y en tanto que médium de Nimzovich…
Conclusión
Nimzovich no lo descubrió todo en ajedrez, como tampoco lo hizo ningún campeón del mundo (ni siquiera todos ellos juntos), pero descubrió algo muy importante: entendió y reveló gran parte de la esencia de nuestro juego, abriendo numerosas perspectivas estratégicas.
Steinitz había sentado las bases para una investigación del ajedrez. Su verdadera aportación fue constatar que, como toda disciplina en la que intervienen elementos contrapuestos o en lucha, en la partida de ajedrez existían leyes que operaban como un sistema dialéctico, susceptible de ser formulado en forma de principios lógicos. Nimzovich profundizó en esa investigación y descubrió otras leyes y otros principios, considerablemente más sutiles, en ocasiones más abstractos, pero, en general, de aplicación concreta e inmediata. El MI John Watson, uno de los más destacados teóricos actuales, lo expresó así: «Nimzovich cuestionó la vieja teoría y sus sucesores acomodaron sus ideas en una era pragmática, de rechazo del dogmatismo e investigación analítica que sigue caracterizando al ajedrez de hoy en día.»
Nimzovich escribió que «Steinitz sólo tenía un defecto: ¡estar 50 años por delante de su tiempo!». El defecto de Nimzovich, que vivió con cierta amargura el desdén e incomprensión de sus contemporáneos, consistió en haber estado 25 años por delante de sus colegas. ¡Al año siguiente de publicarse Mi sistema, Lasker todavía estaba divulgando las teorías de Steinitz en Manual de ajedrez! Lasker, el campeón, tenía una enorme fuerza práctica e ideas muy originales ante el tablero, pero como teórico no aportó prácticamente nada.
No, Nimzovich no lo descubrió todo. Pero sí mucho, sí algo esencial. Lo descubrió y supo formularlo y transmitirlo con claridad, brillantez y perspicacia. Supo descifrar las claves y crear una estructura interpretativa del ajedrez a un nivel superior. Nimzovich no enseñó realmente cómo se debe jugar una partida de ajedrez, ni siquiera nos ofreció unos preceptos-guía (esa serie de «consejos prácticos para el ama de casa eficiente» de los que se burló. En lugar de eso, estableció patrones o modelos y el comportamiento del juego a seguir (con métodos y procedimientos) en tales modelos, es decir, en posiciones con factores estratégicos dominantes. En ese terreno su cátedra es insuperable. Sin embargo, no lo abarca todo, porque hay posiciones (la mayoría de las que caracterizan al ajedrez actual) que no se rigen por parámetros tan estrictos: las luchas abiertas en doble sentido (con ataques heterogéneos o simultáneos), en las que intervienen diversos factores complejos que imposibilitan un encasillamiento a priori del juego, y que no siempre permiten establecer las pautas de su dirección. En estos casos (que tal vez superen el 60% o el 65% de las partidas en la alta competición), la estrategia se ve condicionada por un intenso entramado táctico de difícil control, y sólo cuando el horizonte comienza a despejarse (una vez liquidadas las complicaciones tácticas) pueden intervenir consideraciones más serenas. Para entonces, sin embargo, uno de los jugadores habrá sabido ya imponer su ataque o la lucha habrá llegado a la fase final, donde reinan la geometría y el peón pasado.
En nuestras manos está interpretar o reinterpretar toda esa sabiduría, aplicarla a nuestras partidas y a nuestra visión del juego rey, incluso para superarla, si eso es posible, y demostrar ante el tablero que el ajedrez recorre hoy otros caminos. Después de todo, y como al propio Nimzovich le gustaba decir: ¿acaso la felicidad no era felicidad porque duró poco?
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