literatura, febrero 13, 2011

EL LENGUAJE DE LAS PARTIDAS COMENTADAS

Algunas reflexiones sobre el lenguaje ajedrecístico
«Enérgico», «activo» son palabras empleadas por los comentaristas como sinónimos de bueno, buena jugada. Del mismo modo que «débil», «pasivo» son implícitamente condenadas o calificadoras de malo, mala jugada. Sin embargo, suele suceder que en una misma partida comentada tales palabras tengan un distinto significado, lo que seguramente crea no poca confusión. Así, cuando unos movimientos antes el comentarista ha alabado el juego «enérgico» (activo) de tal bando, no es infrecuente que ahora diga «una actividad prematura», o «una jugada enérgica que no se corresponde con las necesidades de la posición.»
Una jugada activa o un plan activo se endosan, naturalmente, como buenos, sin que, normalmente, requieran más explicaciones que las jugadas en sí. El plan es activo, las jugadas son ésas y está todo dicho. Más adelante, se nos dice que una jugada es «precipitada» (puesto que activa); «más prudente hubiera sido…» Ahora se recomienda la prudencia, no la actividad. Por tanto, y aun entendiendo que ambas conclusiones del comentarista son correctas, debemos inducir que lo activo y lo enérgico no siempre son sinónimos de bueno. Sería deseable, por tanto, que al emplear la palabra «activo» se acompañase, aunque sea brevemente, con la explicación de por qué una jugada, además de activa, es buena. Un curioso corolario de esto lo tenemos en aquellos casos en que una secuencia de jugadas resistentes se ve coronada por el éxito. En tales ocasiones, el comentarista suele decir: «la paciencia ha dado sus frutos». Pero si el éxito no acompaña a tales actuaciones, entonces se acusa al protagonista de inaceptable pasividad.  
El famoso signo de infinito, que en el ámbito general, matemático, representa precisamente eso, el infinito, tiene en ajedrez también múltiples interpretaciones. Viene a ser, en realidad, como un cajón de sastre (o valija de turco para los rioplatenses), en el que se mete todo aquello que se resiste a ser clarificado y que en ajedrez es impagable, sobre todo porque ampara la indolencia (o incapacidad) del analista.
Cierto que hay numerosas posiciones difíciles (o muy difíciles) en las que resulta prácticamente imposible emitir un veredicto. Para empezar, suele transmitirse la ecuación infinito (signo) = posición compleja, cuando en la mayor parte de los casos se quiere significar posición complicada o confusa. Si una posición es complicada (o compleja) será porque contiene numerosos elementos o factores difíciles de dictaminar en un análisis somero. De acuerdo. Pero son precisamente esas posiciones las que contienen, por definición, más elementos de interés. De modo que sería deseable no dejar al lector perplejo ante la inmensidad del océano y desvelarle, al menos, algunas de las claves que rigen en la posición despachada como «infinito» (signo).
La política es el territorio de la ambigüedad, no el ajedrez. Si admitimos la conveniencia de un cierto rigor al transmitirle al lector el contenido de una partida de ajedrez, tendremos que admitir también la necesidad de unos códigos (o conceptos) nada ambivalentes, sobre todo cuando se emplean términos básicos o cotidianos (bueno, malo, activo, pasivo, prudente, arriesgado, azaroso, etc.). Esto no significa que el comentarista deba someterse a un corsé estereotipado, que no le permita dar rienda suelta a sus conocimientos, sensibilidad, ironía, humor o erudición. Como tampoco que deba emitir juicios drásticos que no admitan el menor cuestionamiento. Significa que debe alejarse de tópicos y procurar emplear expresiones o términos que resulten clarificadores y, en la medida de lo posible, inequívocos.

La conclusión es que la teoría del doble rasero pasa a ser, en ajedrez, la práctica del múltiple rasero, con interpretaciones sesgadas y desvirtuadoras, más que maleables y empleadas a voluntad y conveniencia del comentarista de turno. Rigor, poco.
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3 comentarios

  1. Carolus Brigantinus Barbatus 13:15, febrero 24, 2013

    Excelente comentario. Yo que me he leído un considerable número de libros de ajedrez a veces me he preguntado como el autor tiene la caradura de despacharse con una somera reflexión expresada en lenguaje típico (por no decir «rutinario»).

  2. Antonio Gude 21:56, marzo 31, 2011

    En realidad, Roberto, este texto sólo es un esbozo de lo que quería decir, pero quise publicarlo porque lo tenía redactado desde hace tiempo. Hay mucho más que decir y mejor al respecto. Algún día tal vez lo intente, en forma de un artículo más elaborado. Un abrazo.

  3. p&r 20:26, marzo 31, 2011

    Este texto tendrían que leerlo (a diario) muchos críticos literarios – y todos los críticos de arte. También se lo recomiendo a los mirones que después de que hayas perdido una partida te agobian con sus sabios comentarios………….