cine, diciembre 11, 2010

El síndrome Garou-Garou


Loup-garou es hombre lobo en francés, pero no sé que significa Garou-Garou, título alternativo de una película de 1951, dirigida por Jean Boyer e interpretada por Bourvil. El título habitual es Le Passe-Muraille.
No hablaré de esa película, ni tampoco de la novela de Marcel Aymé en que estaba inspirada, por la sencilla razón de que no he visto la una ni leído la otra.
Me gustaría comentar una versión posterior de dicho film (del que, por cierto, no recuerdo el título), pero seguramente era alemana, en blanco y negro, con Heinz Ruhmann de protagonista.
Se trata de un individuo absolutamente banal, solterón, que trabaja en un ministerio como funcionario de tercera, y cuyo único placer, al regresar de su trabajo, consiste en disfrutar de su colección de sellos, que examina con lupa y fantasea con los lugares exóticos de los mismos…
Un día se encuentra por la calle con un antiguo profesor que, lógicamente, le pregunta por su vida. El hombre se la resume y el profesor se sorprende. «Pero, hombre, si era usted tan brillante… ¿Cómo es que ha acabado en un puesto tan gris?»
«Verá… es que siempre que me he propuesto algo, me encuentro con un muro…»
«Pues salte el muro, hombre, salte el muro.»
Nuestro hombre se deprime y se agarra una buena curda, posiblemente por primera vez en su vida, de tal manera que es incapaz de meter la llave en la cerradura de su apartamento y se duerme, tumbado junto a la puerta. Pero a la mañana siguiente despierta dentro de su casa y es consciente de que no había podido entrar. Así que descubre que tiene una capacidad mágica para atravesar las paredes y los muros, y ahí comienza toda una serie de peripecias más o menos rocambolescas, yendo a parar incluso a la cámara acorazada del banco nacional, por pura diversión.
¿Quién pudiese tener esa facultad, no?
¿A cuántos de nosotros se nos han atravesado muros y murallas?
Lo llamo el síndrome garou-garou.
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