ajedrez, enero 4, 2017

Historia del ajedrez (30): Referencias literarias tempranas

La mayor parte de la literatura medieval relacionada con el ajedrez se encuentra en manuscritos, y no en obras impresas, por la razón obvia de que la imprenta fue descubierta cuando la Edad Media tocaba a su fin, lo mismo que el ajedrez antiguo.

Esta literatura ajedrecística puede dividirse en tres grupos, como hace Murray:

«(1) Obras didácticas, generalmente en verso, cuya intención es enseñar a los principiantes las jugadas y las reglas más elementales del juego, o bien proceder a una rápida descripción del ajedrez. Las más importantes son el capítulo De scaccis, en el libro de Alexander Neckam De naturis rerum, y un poema latino de autor alemán, que se halla en la Biblioteca de Cracovia.

(2) Obras moralizantes, en las que el ajedrez sirve en el texto como parábola u homilía, o que aporta el marco para narrar una colección de historias. El libro más destacado de este tipo es Liber de moribus hominum et officiis nobilium, del fraile lombardo Jacobo de Cessolis.

(3) Colecciones de problemas de ajedrez, de las que poseemos cierto número de manuscritos, de dos compilaciones mayores, y algunos otros, más cortos y más o menos independientes. Algunos de estos MSS contienen introducciones con información valiosa acerca del juego.»

Testamentos, documentos varios y referencias filológicas o literarias permiten establecer el conocimiento del ajedrez en la Europa Occidental en estas fechas:

Marca Hispánica : h. 1010

Italia y Alemania meridional: h. 1050-1060

Francia, Inglaterra y otros países: h. s. XII

En el siglo XII existen ya numerosas evidencias acerca del conocimiento del ajedrez en Europa. Así, por ejemplo, historiadores franceses de la Primera Cruzada lo mencionan como pasatiempo de los cruzados, y el historiador inglés William de Malmesbury también menciona al ajedrez, h. 1140. Existe, igualmente, un poema en latín (el poema de Winchester), de autor inglés anónimo, escrito en la primera mitad del s. XII, que hace referencia al ajedrez.

Otra interesante referencia es que los reyes normandos empleaban (hacia 1100) el término scaccarium para el tablero de ajedrez, y con el término ajedrecístico eschecker (posteriormente deformado como Exchequer) se conocía a la administración estatal que se ocupaba de la recaudación de impuestos. La palabra parece derivarse de que el cómputo de las monedas se realizaba en una mesa de tipo damasquinada.

También hay una obra del s. XII, Ramsehy Chronicle, en la que se describe al Rey Canuto (1035) jugando partidas de ajedrez o dados para distraerse del tedio. Pero entre las peripecias descritas y la escritura de la obra median dos siglos. Aquí, una vez más, la imaginación puede haber dado paso al anacronismo, pues resulta improbable que el ajedrez se conociese en Inglaterra antes de la conquista normanda. En el plano de las certezas, es sabido que los barones normandos llevaron el ajedrez a Escocia y País de Gales. Una versión galesa de los romances de Carlomagno (c. 1336) menciona el ajedrez.

Cedamos, de nuevo, la palabra a Murray:

El juego se menciona en muchas traducciones de los viejos romances franceses, en alemán, danés, sueco e islandés, desde los mismos comienzos del siglo XIII. La saga islandesa de San Olaf, parte de los Heimskringa, y escrita h. 1230, contiene un incidente ajedrecístico. Un MS con referencias ajedrecísticas se encuentra en Reval (Estonia), que en la Edad Media era territorio de la Orden Teutónica, desde 1270, y un comerciante de Riga, del mismo período, tenía por sobrenombre Shakhmat. En 1335, el Rey Robert de Hungría envió a Juan, Rey de Bohemia, «tabulae pro scacis», mientras que un vocabulario checo (por Klen Rozhochany, en Hanka, Zbérka nejdáun slovn., Praga, 1833, 98) incluye una lista de términos ajedrecísticos con equivalentes bárbaros latinos.

Entre los siglos XII y XV el ajedrez alcanzó una enorme popularidad en Europa. Hacia 1250, los prejuicios y recelo de la Iglesia contra el ajedrez habían comenzado a debilitarse, y las órdenes monásticas pudieron practicar el ajedrez, como un considerable alivio a la monotonía de su vida monacal.

 

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