Editorial de Revista Internacional de Ajedrez nº 54, marzo 1992, p. 3

Este celebrado título de ciencia-ficción da pie para algunas reflexiones acerca de la actual situación del rey de los juegos, razón de ser de esta revista.
Desde que Charousek copiaba a mano las páginas del Bilguer, Horowitz redactaba sus Modern Chess Openings, pasando por las construcciones para hormigas del editor Wildhagen (¡un diagrama cada cinco jugadas!) o la creación del Informator, o desde que a Janos Flesch se le ocurrió batir el récord mundial de simultáneas a la ciega, ¿cuántas cosas no le han pasado al ajedrez?
Entre la locura del Blitz (que quizá sea la mejor expresión del ajedrez) y su contrario, el ajedrez de torneo en su sentido de galeras (la sesión de seis horas), se ha inventado el ajedrez semirrápido (10, 25, 30 minutos), el jugador se entrena en un mundo plagado de bases de datos, programas electrónicos de juego y no tiene tiempo (¿qué otra cosa, si no, tiene el ajedrecista?) pare leer la historia de Murray o los antiguos tratados. Qué importan China o Babilonia cuando los seres artificiales nos tratan de tú a tú, obligándonos a recordar las palabras de Fausto:

Nos llaman loco y soñador
mas lejos de la melancólica dependencia
un cerebro en su día de diestro pensador
dará paso a un pensador artificial.

Entretanto, un gran artista de enorme humanidad (John Cage) desciende de su cielo para visitar Madrid y jugar una humilde partida de ajedrez. Al mismo tiempo, los mutantes deciden en asamblea las normas del próximo mundial, sobre los rascacielos de un paisaje a lo Blade Runner.
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