LA CASA DEL AJEDREZ acaba de publicar LO MEJOR DE CAPABLANCA (II), cuyo original, escrito en inglés, se titulaba My Chess Career (Mi carrera ajedrecística).
El libro contiene 32 partidas comentadas por Capablanca, y otras 35 adicionales, comentadas por Daniel Elguezábal. 160 páginas.
Una joya, que no debe falta en la biblioteca de todo jugador de ajedrez.
He aquí el sumario, junto con el prólogo de Du Mont (director, en su día, de la British Chess Magazine), y la nota introductoria del campeón cubano.
SUMARIO
Prólogo, por J. du Mont vii
Nota del autor xv
PRIMERA PARTE
I. Introducción 1
II. El match con J. Corzo 4
III. Años 1906-1908 14
IV. El match con Marshall 27
V. El período de evolución. San Sebastián 1911 52
VI. Período de transición 71
SEGUNDA PARTE
PERÍODO DE MADUREZ
VII. Segunda visita a Europa 97
VIII. Hasta el Torneo Memorial Rice, incluido éste 147
IX. Hasta el Torneo del Club de Ajedrez Manhattan,
éste incluido 177
X. Match con Kostic y el Congreso de Hastings 192
Conclusión 208
PRÓLOGO
Si hay algo de mayor interés que el registro de las hazañas de un hombre que ha destacado en su esfera de actividad, es la forma en que su capacidad se ha desarrollado. Un examen de las diferentes etapas en que ha madurado su desarrollo mental nos permitirá enjuiciar mejor el fundamento y estructura de su grandeza. Esto es aplicable a los grandes maestros del ajedrez tanto como a cualesquiera otros de otros ámbitos, y resulta extraño que sus carreras hayan sido tan poco estudiadas por parte de los escritores especializados. En general, apenas se menciona algo más que registros aislados de sus mejores actuaciones. Se celebran torneos, matches y se publican, estudian y comentan las partidas jugadas, y los maestros son evaluados por sus particulares resultados en cada ocasión. Esto, sin embargo, no nos permite apreciar cómo va evolucionando su juego, a pesar de que el desarrollo del genio o del talento es más importante que el genio o el talento en sí. Un talento bien desarrollado produce al maestro. Pero si se entrena o desarrolla de forma imperfecta, sólo tendremos a un dilettante. Un genio mal desarrollado no alcanzará nunca la plenitud. Pero si se le desarrolla adecuadamente tendremos a Capablanca.
En cierta forma, el genio tiene ventaja sobre el talento, pues a pesar de los obstáculos, siempre acabará imponiéndose. Sólo hay algo que puede impedir su plena expansión y es la carencia de educación en el más amplio sentido cultural. El firmante ha tenido numerosas ocasiones para juzgar las lecturas y formación cultural de Capablanca, al margen del ajedrez, y puede afirmar, sin temor a equivocarse, que quienes imaginen que su ámbito intelectual se limita al ajedrez, es decir, que piensa, sueña y sólo vive con y para el ajedrez, están totalmente equivocados. En realidad, puedo decir que Capablanca dedica mucho menos tiempo al ajedrez que cualquier aficionado entusiasta. Sus intereses son mucho más amplios y abarcan la historia, el arte, la música, las ciencias y el deporte, y creo que es este amplio espectro cultural lo que ha permitido a Capablanca convertirse en algo más que un técnico del ajedrez.
Este libro trata de la evolución de su arte, si así puede calificarse al ajedrez. Paso a paso, seguimos al maestro en su carrera y, de vez en cuando, percibimos atisbos del hombre, hasta llegar a la cumbre de su capacidad, y hasta nos tentaría preguntarnos si la maestría puede sobrepasar ese punto culminante.
Se ha comparado a Capablanca con Morphy, una comparación justificada, si consideramos la similitud en el estilo de su juego y la edad, inusualmente temprana, en que ambos comenzaron a desarrollarse. A los trece años, Morphy ganaba ya partidas a un jugador tan experimentado como Löwenthal. A los doce años, Capablanca venció al campeón de Cuba en un match. A los veinte años, Morphy derrotó a Anderssen por 7-2 y 2 tablas. A la misma edad, Capablanca venció a Marshall por 8-1 y 14 tablas. A la misma edad, Morphy ganó a todos los maestros famosos de su tiempo, si bien Staunton le privó de disputar un encuentro con él. De forma similar, en San Sebastián, el torneo más fuerte organizado hasta entonces, Capablanca logró una merecida victoria, y en 1911, Lasker, al ser desafiado, eludió al joven cubano, a pesar de que, antes de la Primera Guerra Mundial, existía ya un interés general porque ambos titanes se enfrentasen. Más comparaciones resultan casi imposibles y sólo servirían para suscitar debates interminables. Si la superioridad de Morphy sobre todos sus contemporáneos puede apreciarse con mayor nitidez, su tarea resultó indudablemente más fácil, pues en su época había pocos maestros que pudiesen considerarse de primera fila. Aun admitiendo, por otra parte, que Morphy es más famoso por sus «brillanteces», hay que admitir también que se le presentaban muchas más ocasiones, dado que sus oponentes eran claramente más flojos que los de Capablanca. Con todo, siempre que Morphy se enfrentaba a un maestro con ciertos conocimientos del juego posicional, sabía ganar la partida de forma sencilla. Baste con mencionar, por ejemplo, su match contra Harrwitz, en el que difícilmente puede señalarse una brillantez, a lo largo de las ocho partidas.
La mención aquí de juego posicional, que debe considerarse una forma opuesta al juego de ataque, sugiere un tema de extrema importancia para la consideración de los jugadores de ajedrez, y sobre la que el estudio de las partidas de Capablanca puede ilustrarnos considerablemente.
Según la creencia general, el jugador posicional se contenta con la búsqueda de pequeñas ventajas tácticas, a fin de lograr, a largo plazo, la superioridad numérica, mientras que el jugador atacante o imaginativo tiene en poca estima el juego de posición, concibiendo en cambio ataques grandiosos y deslumbrantes, con el fin de anotarse una victoria fulgurante.
A menudo se dice que Capablanca pertenece a los jugadores de la primera clase y, sin embargo, con frecuencia vemos su nombre entre los ganadores de premios de belleza, en los torneos en que participa, y debido a combinaciones profundas y de largo alcance. Lo cierto es que el ajedrecista serio juega en busca de una posición que le asegure la victoria, y sólo si la situación se lo permite, concibe un ataque que le permita ganar de la forma más rápida y eficiente. Si ese método ganador incluye una combinación artística y brillantes sacrificios, el connoisseur sabe apreciar esa brillantez combinada con la corrección y, como resultado, tendremos una obra de arte. El estudiante descubrirá que las brillanteces de Morphy casi siempre se producían una vez conseguida cierta superioridad posicional. Pero emprender un ataque antes de alcanzar esa fase es señal de conocimientos rudimentarios y sólo puede tener éxito contra un juego inferior. Embarcarse en una combinación que no esté posicionalmente justificada no es aceptable para un verdadero artista del ajedrez, y menos aún si la aventura tiene éxito. Como antes hemos dicho, los sacrificios son más bien cuestión de oportunidad. Cuando Capablanca visitó Argentina, todas las partidas que jugó las ganó en una larga secuencia con un sacrificio.
Una cuestión que no es la menos interesante de este libro son sus comentarios a las partidas. Notas tan precisas y con tal autoridad rara vez pueden encontrarse, y los jugadores de ajedrez deberían esperar ansiosamente la aparición de más literatura de la misma pluma, especialmente cuando Capablanca se propone escribir un tratado de ajedrez, cuyo primer volumen, Fundamentos del ajedrez, aparecerá, por cierto, el año próximo. No hay duda de que muchos aspectos del juego práctico de Capablanca, que parecen estar más allá de la comprensión de muchos fuertes jugadores, nos serán revelados, mientras que cuando aparezca el tercer y último volumen toda la dimensión de su fuerza será desvelada de una vez por todas.
En lo que respecta al presente libro, Capablanca lo ha escrito en un estado mental absolutamente objetivo, y nadie que no sea mal pensado encontrará en el mismo un rasgo de disimulo o de autobombo, totalmente extraños a su naturaleza. El autor se refiere a sí mismo no como «un maestro», lo cual sería falsa modestia, sino como «uno de los mejores jugadores del mundo,» y esto hay que interpretarlo como pura conciencia de su capacidad.
Por otro lado, el libro no trata realmente de sí mismo, sino del desarrollo de su fuerza de juego y como tal, está abriendo un nuevo terreno y, sin la menor duda, constituirá una valiosa aportación a la literatura ajedrecística.
A continuación incluyo un registro completo de los logros de Capablanca, tanto en torneos como en matches, así como en partidas de exhibición contra maestros (o incluso en consulta) o jugadores de fuerza considerable. Las partidas jugadas en privado o contra oponentes inferiores no se han tenido en cuenta.
TORNEOS
Ciudad Año Clas. G. T. P.
Nueva York 1911 2º 8 3 1
San Sebastián* 1911 1º 6 7 1
Nueva York 1913 1º 10 2 1
La Habana 1913 2º 8 4 2
Nueva York 1913 1º 13 0 0
San Petersburgo* 1914 2º 10 6 2
Nueva York 1915 1º 12 2 0
Nueva York 1916 1º 12 4 1
Nueva York 1918 1º 9 3 0
Hastings 1919 1º 10 1 0
Totales 98 32 8
* Los dos torneos más fuertes desde Nüremberg 1896.
MATCHES
1909 Capablanca 8 Marshall 1, tablas 14.
1919 Capablanca 5 Kostic 0, tablas 0.
JUEGO DE EXHIBICIÓN
San Petersburgo 5 0 1
Moscú 2 1 0
Kiev 0 1 0
Riga 1 0 0
Lodz 1 0 0
Berlín 4 0 0
Viena 4 1 0
Buenos Aires 4 1 0
Nueva York 3 1 0
Totales 24 5 1
Todas las partidas, excepto las de Hastings, fueron jugadas con un límite de tiempo de 15 jugadas por hora, o 30 en las dos primeras horas, y 15 jugadas en cada hora sucesiva.
J. du Mont
Londres, diciembre de 1919
NOTA DEL AUTOR
Este libro pretende satisfacer una demanda general, a saber, informar de los eventos y circunstancias que han hecho de mí lo que soy hoy en día en el mundo del ajedrez. Al escribirlo me propuse contar la verdad, decir lo que pienso de algunas partidas, posiciones y otras cosas, a riesgo de parecer, a veces, vanidoso a quienes no me conocen personalmente. Pues si bien considero la vanidad algo fútil y estúpido, mucho más me lo parece la falsa modestia, que pretende ocultar lo que los hechos tienden a demostrar.
No he incluido ninguna partida tablas ni perdida, porque no las considero apropiadas para el propósito de este libro. Ha habido momentos en mi vida en los que llegué a pensar que no podría perder ni una sola partida. Entonces alguien me ganaba y esa derrota me bajaba de nuevo del país de los sueños a la tierra. En ajedrez nada es tan saludable como una buena paliza en el momento oportuno, y puedo decir que de pocas partidas ganadas he aprendido tanto como de cualquiera de mis derrotas. Es evidente que no me gustaría perder en un momento dado, pero por lo demás espero perder algunas partidas más en el futuro, a fin de poder extraer tanto beneficio como el que extraje en el pasado de las partidas perdidas.
He escrito con mucho cuidado los comentarios a las partidas, de modo que confío en que no haya errores, y que sirvan para aclarar puntos que hasta ahora hayan permanecido oscuros. Espero también que el lector encuentre mis notas instructivas e interesantes y que el libro, en general, merezca la aprobación de esa legión de jugadores de todo el mundo, en particular de los muchos amigos cuyos deseos he tratado de cumplir, levantando el velo de lo que nunca ha sido un misterio: «Mi carrera ajedrecística.»
J. R. CAPABLANCA
Editorial La Casa del Ajedrez
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Teléfono 91.5212008
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