En más de una ocasión, elogié aquí la letra poética de algunas canciones de Carmelo Larrea, como Dos cruces, o Puente de piedra, no sólo por su valor intrínseco, sino por la originalidad de la letra, en la que se le habla a lugares en segunda persona.
Como con orejeras, omití que había tangos (que conozco desde mi niñez) en las que se utiliza esa misma figura, y con gran acierto.
Como Madreselva (de Canaro y Amadori, 1931):
Hoy que la vida me ha castigado
y me ha enseñado su credo amargo
yo junto a vos, pura y feliz,
cantaba así mi primera confesión,
madreselva que en flor…
que Gardel cantó elevándose incluso por encima de sí mismo y de su voz sin mácula, festival de inflexiones.
Como Cafetín de Buenos Aires (Mariano Mores y Santos Discépolo, 1948), que ‘El mudo’ nunca llegó a cantar porque tenía una buena excusa: nos había dejado años atrás.
De chiquilín te miraba de afuera
como a esas cosas que nunca se alcanzan…
La ñata contra el vidrio,
en un azul de frío,
que sólo fue después viviendo
igual al mío…
Como una escuela de todas las cosas,
ya de muchacho me diste entre asombros:
el cigarrillo,
la fe en mis sueños
y una esperanza de amor.
como a esas cosas que nunca se alcanzan…
La ñata contra el vidrio,
en un azul de frío,
que sólo fue después viviendo
igual al mío…
Como una escuela de todas las cosas,
ya de muchacho me diste entre asombros:
el cigarrillo,
la fe en mis sueños
y una esperanza de amor.
Años después, y en un contexto más amplio, también tenemos SUR (Homero Manzi y Troilo), un tango magistral, también de 1948, que es uno de mis predilectos.
San Juan y Boedo antigua, y todo el cielo,
Pompeya y más allá la inundación.
Tu melena de novia en el recuerdo
y tu nombre florando en el adiós.
La esquina del herrero, barro y pampa,
tu casa, tu vereda y el zanjón,
y un perfume de yuyos y de alfalfa
que me llena de nuevo el corazón.
+.
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