Marie de Rebutin-Chantal, marquesa de Sévigné (1626-1696), conocida en el mundo de las letras como Madame de Sévigné, tiene un gran prestigio en Francia por haberse distinguido en el género epistolar. Concretamente, la distancia geográfica con su hija, hizo que le escribiese numerosas cartas, que posteriormente fueron publicadas y que aun hoy siguen gozando de una merecida reputación, por las interesantes y cabales reflexiones de la autora, que llegó a acuñar algunos ingeniosos aforismos, como «¡Qué feliz era yo cuando era una infeliz!» (pues era de origen humilde y el título de marquesa lo obtuvo por su matrimonio).
Lo que a nosotros nos interesa es que era una ferviente aficionada al ajedrez, de lo que hay reiterada constancia en su correspondencia. He aquí un ejemplo:
Siempre estoy pensando en el ajedrez: creo que jamás lo jugaré bien. Hébert seis veces seguidas da jaque mate a Corbinelli: he aquí lo que ha ganado en el Hotel de Condé.
(…)
Este caballero me ha dicho que, a veces, vos jugáis al ajedrez: yo estoy loca por este juego; daría mucho dinero por saberlo jugar como mi xxx o como vos. Es el más hermoso y el más racional de todos los juegos; el azar no interviene en él: uno se censura y se aplaude; se tiene la felicidad en la cabeza… Estaré muy avergonzada y humillada si no llego, por lo menos, a alcanzar una fuerza mediana. En Pomponne, durante el desgraciado viaje que hice allí, todo el mundo jugaba al ajedrez: hombres, mujeres, niños…
Fragmentos epistolares (1680)
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