Tributo a Caissa es una novela negra, negrísima, cuya verdadera trama comienza en la página 62, tras dos cortes cronológicos que sirven de introducción a la historia.
En la primera parte el autor nos lleva a la víspera de la destrucción de la mítica Biblioteca de Alejandría, cuando uno de sus copistas y traductores trata de rescatar dos misteriosos papiros dedicados a Caissa que, como es sabido, no sólo es la diosa del ajedrez, sino de todos los juegos de tablero. Los papiros contienen dos odas a la diosa, si bien apenas se nos permite conocer el texto.
En la segunda parte entra en escena el famoso historiador y orientalista William Jones, invitado por un extraño personaje a un match experimental con un conocido maestro, todo ello en una atmósfera gótica, cargada de simbología y rituales. En esa cita, el anfitrión (una suerte de Aleister Crowley de fines del XVIII) tiene por biblia un grimorio en el que se recoge el contenido de los dos textos (¡los de los papiros!) dedicados a la diosa y que, de algún modo, sugieren la invencibilidad en el tablero a quien cumpla con un doble tributo a Caissa. En este encuentro se alude a la consideración que, en otros tiempos, tenía el ajedrez, no como simple juego de guerra o estrategia, sino como un arte mística.
Bajados esos telones, entramos de golpe en San Sebastián o Donostia, donde, en 2008, se celebra su abierto internacional y aquí, con un ambiente y pertinentes descripciones ajedrecísticas, un enigmático personaje de origen cubano, Fred Caissason, se nos presenta bajo un aura de ciberfenómeno, es decir, alguien que, sin estar en posesión de ningún título internacional ni de participar en torneos convencionales, despierta una general admiración entre los jugadores, por sus extraordinarias actuaciones en las plataformas de juego de Internet. Su presencia en el torneo es una baza triunfal de la organización, que ha debido superar todas sus reticencias para contratarlo. Tenemos a Bobby Fischer de referente, como enfant terrible. Ah, y hablando de organización, nos encontramos con viejos conocidos: Miguel Ángel Muela, sempiterno presidente de la Federación Vasca, el árbitro Lukas Iruretagoiena y el periodista Mikel Zubía, artífices de tantos eventos ajedrecísticos en el norte. Inspirarse en personas reales para diseñar personajes es más que habitual en literatura, pero convertirlos en verdaderos personajes de ficción ya no lo es tanto y eso puede considerarse una pequeña audacia del autor, por más que su participación en la trama no pase de ser anecdótica. Lo interpreto como un sentido homenaje a estos devotos movilizadores de actividad ajedrecística.
A medida que se desarrolla el torneo tiene lugar una serie de muertes, que inicialmente parecen suicidios, pero que al repetirse determinados elementos rituales o simbólicos, dan lugar a una investigación policial para esclarecer los casos, a la par que se enrarece el ambiente del torneo.
Arriaran domina la técnica de la novela policíaca y eso le permite manejar con soltura los hilos de la acción. Se infiltran agentes entre los participantes (uno indiferente, una vocacional) y, salvo ciertos detalles que se me han antojado algo ingenuos, debo decir que la novela se lee con creciente interés y uno va dejándose subyugar por los elementos de extrañeza, la influencia mística del libro negro y el suspense así creado. Un notable trabajo creativo, que se suma a las mejores obras de ficción que tienen por protagonista al rey de los juegos.
Enhorabuena, Martín Arriaran, pero eso sí: no olvides que no conviene invocar a Caissa en vano…
TRIBUTO A CAISSA
Martín Arriaran
Hiria Liburuak, S. L. (2012)
234 páginas
15 x 21 cm.
ISBN 978-84-9797-474-5
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