WELLS, WELLES Y LOS MARCIANOS
Avanzada la década de l930, y siendo un veinteañero, Orson Welles, en plena depresión económica, «estaba tan empleado», según él mismo confesó, «que apenas tenía tiempo para dormir.»
Vivía entonces en una bonita mansión, a orillas de un lago. Se levantaba muy temprano, tomaba una lancha que lo llevaba a la otra orilla y allí lo esperaba una ambulancia, con la que burlaba el denso tráfico de Nueva York.
Muy conocido ya por sus montajes teatrales (empezaba a conocérsele como el genio), Welles había sido contratado por la cadena de radio CBS, para la que adaptaba todo tipo de tramas literarias, con o sin guionistas a su servicio, como La vuelta al mundo en ochenta días o El hombre que fue jueves. La emisora estaba preparando una adaptación de La muerte de Danton, pero faltaban los últimos retoques.
Así las cosas, el 30 de octubre de 1938 (fíjense en la fecha: víspera de halloween) no era un día en el que la CBS tuviese grandes expectativas. Decidieron improvisar con algo que sucediese en la América contemporánea. Welles se encontró con un guión de Howard Koch sobre La guerra de los mundos de H. G. Wells (autor de La máquina del tiempo, El hombre invisible), que trata, como es sabido, de una imaginaria invasión marciana a la Tierra.
Wells decidió narrar «en directo» la invasión, como un reportaje no sólo realista, sino hiperrealista, sin publicidad, sin anunciar títulos, ni ningún tipo de crédito, «interrumpiendo» aparentemente una emisión previa para dar noticias de un fenómeno inesperado: había caído en Nueva Jersey un meteorito. Cuenta uno de sus biógrafos, «a través de la radio llegaban informes, cada vez más alarmantes, acerca de monstruos y rayos calóricos, situados en el escenario apocalíptico de Nueva York, acompañados de gigantescos robots. Por último, un quintaesencial signo wellesiano de calamidad e impotencia: una voz solitaria pidiendo socorro a lo ancho de las vacías ondas del aire.» Carl Philips, el supuesto reportero que narra en primera persona, describe así a los marcianos:
«Algo se revuelve en las sombras como una serpiente verde. Ahora otra, ahora otra. Me parecen algo así como tentáculos. Allí puedo ver el cuerpo de la cosa. Es grande como un oso y brilla como el cuero húmedo. Pero la cara… señoras y señores, es indescriptible. No soy capaz de seguir mirándola, de horrible que es. Los ojos son negros y relucen como los de una serpiente. La boca tiene forma de V, y la saliva que va saliendo de sus labios, que parecen temblar y palpitar… Es la experiencia más extraordinaria de mi vida. No puedo encontrar palabras… Estoy conteniendo este micrófono conmigo, a medida que hablo… Por favor, no corten. Volveré dentro de un minuto.»
De los nueve millones de oyentes del programa, se estima que uno de cada cinco creyó, a pies juntillas, que la invasión era real. Carreteras, estaciones de autobuses y trenes, centralistas estaban colapsadas, sobre todo en el área de Nueva Jersey. En algunos estados, asociaciones se habían reunido para despedirse de sus familias. En algunas ciudades, las iglesias estaban atestadas de creyentes. Todavía a la mañana siguiente, el pánico se reflejaba en los diarios. Orson Welles tuvo que dar una rueda de prensa, excusándose públicamente por la confusión causada. Pero lo cierto es que parecía encantado con haber protagonizado aquel caos.
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Anonymous 10:24, octubre 12, 2012
De hecho, un caso similar (aunque más estrambótico que espectacular) se dio a finales de los 80 cuando hicieron en TV2 un docu-ficción como si retransmitiesen un golpe de estado en la URSS (que de hecho pasó algo más tarde) y alguna televisión (creo que Antena 3) lo recogió como si fuese una noticia auténtica. La gracia es que el reportage ficticio se inventaba la cadena CMM en sus imágenes y los «avispados» reporteros por no citar el «según acabamos de ver haciendo zapping en TV2» citaron como fuente que lo estaba transmitiendo la CNN. Vamos, que lo estaba viendo en la CNN.
Por lo demás recordar la novela original de H. G. Wells que es una pequeña joya.
Antonio Gude 19:48, octubre 11, 2012
Tienes toda la razón. Es evidente que la radio en los años treinta era la diosa de la comunicación. Mucha gente ni leía periódicos, pero todos escuchaban la radio.
Anonymous 18:13, octubre 11, 2012
En 1938, la ciencia ficción todavía estaba empezando en el mundo del cine. Pero hacia mucho que la gente leía novelas, y recientemente, las primeras revistas de este género. Y por otra parte, aquella sociedad era muy ingenua todavía, y se la podía impresionar facilmente, utilizando la radio, como hizo Wells.
Hoy, un intento así produciría más carcajadas, que otra cosa.
Antonio Miguel.