Sabíamos que el mar de historias del ajedrez era un océano, pero lo que no sabíamos es que esas historias pudieran contarse con tanto ángel.
Habíamos leído muchos de los relatos de este libro, publicados en su día en el diario Sur de Málaga y difundidos por las redes sociales y, por tanto, no podemos sino felicitarnos por esta obligada recopilación.
Se nos advierte en la introducción: “…la historia del ajedrez se puede leer de muchas y distintas formas, mi intención es escribirla como si se tratara de un cuento, de una leyenda que aún sigue viva y se alimenta de nuevas hazañas, de partidas y piezas que aún no están en el tablero.” Pero no se engañe el lector, lo legendario está aquí siempre respaldado por la verdad o sin apenas margen a la incerteza, y cuando se deslizan hipótesis se las califica de tales, para que las posibles fabulaciones no interfieran en nuestro criterio ni entorpezcan nuestra visión.
Las fascinantes peripecias de unos personajes únicos desfilan ante nuestros ojos con la mayor de las transparencias, como si las estuviésemos presenciando desde la oscura butaca de un cine. Casi ninguno de ellos tiene nada en común con los otros. Apenas los une un hilo invisible: su amor o pasión por el ajedrez.
Revelaciones: “Los prolegómenos de la batalla por el título mundial entre Fischer y Spassky deberían ser leídos como un tratado de geopolítica.” (Introducción).
Confesiones, como ésta de Nabokov: “Lo que siempre me ha gustado del ajedrez son las trampas, los trucos ocultos. Por eso abandoné las partidas y me dediqué a la composición de problemas. No dudo de que hay un vínculo íntimo entre los espejismos de mi prosa y el tejido brillante y oscuro de los problemas de ajedrez, enigmas mágicos, cada uno de los cuales es fruto de mil y una noches de insomnio.”
Hallazgos, como que el abuelo paterno de Paul Morphy, Diego, era malagueño.
El autor rescata curiosidades de la realidad que se nos aparecen como hallazgos casi literarios. Por ejemplo: que Nabokov hubiese participado como extra en La fiebre del ajedrez de Pudovkin, un corto que no sé cuántas veces habré visto y nunca había reparado en la presencia en el film de un autor para mí tan querido. Claro que seguramente no lo habría reconocido, ni lo reconoceré, salvo pistas, por su aspecto en 1925.
Sobre Sonja Graf: “Su infancia representó un episodio desgarrador y llevó a Sonja a refugiarse en el tabaco, el alcohol, las noches en vela, el sexo y el ajedrez. El juego representaba una metáfora perfecta de otra vida en la que sí podía doblegar al infausto rey enemigo: el padre.”
Sonja fue campeona de Munich a los 17 años y llegó a derrotar a Spielmann en dos ocasiones. La eterna rival de Vera Menchik era bohemia y de fuerte personalidad, marcada por los gustos de la República de Weimar e imspirada por George Sand, la amante de Chopin: fumadora empedernida, vestía con traje de chaqueta y corte de pelo masculino.
Otro de los guiños literarios de la vida que no podían escapársele a un cazador de curiosidades como el autor: tanto Vera Menchik como ella se casaron con un hombre apellidado Stevenson.
También personajes históricos como Alfonso XIII, Manuel Azaña, Juan Simeón Vidarte, Juan Carlos I… Episodios desconocidos o poco conocidos: José Antonio Primo de Rivera, fundador de Falange,jugando en la cárcel de Alicante con su hermano Miguel. Emilio Mola (sí, el general que, con sus colegas Sanjurjo y Franco, protagonizó la insurrección militar que dio lugar, en 1936, a la Guerra Civil española), con apenas conocimiento del juego, publicando un Manual de ajedrez, que, al precio de dos pesetas, tuvo gran éxito popular.
Igualmente aparecen los tipos duros del cine, Humphrey Bogart y John Wayne, menos duros ante el tablero. De Wayne nos dice el autor que soñaba con serpientes y que en los descansos del rodaje de La diligencia (y otras películas) jugaba al ajedrez. Era mejor Bogart, un fuerte aficionado que frecuentaba, en Hollywood, el club de Herman Steiner, por el que desfilaban varios famosos, como Charles Boyer, José Ferrer o Marlene Dietrich, y era también el rival asiduo de Mike Romanoff, propietario de un restaurante de moda en Beverly Hills y uno de los numerosos “príncipes” rusos dispersos por el mundo. Parece que fue idea suya introducir el ajedrez en Casablanca, donde juega una Defensa Francesa con Peter Lorre.
Crónica de amantes del juego rey que nos resultan sorprendentes, como el cantaor Enrique Morente, jugando a diario en Lavapiés, con Miguel Candela, o los deportistas Martí Perarnau, Pep Guardiola o Esteban Granero.
Muchos otros relatos interesantes: el encuentro entre Chaplin y Reshevsky, con el niño prodigio imbuido de su papel, el fatal destino de Nicolas Rossolimo o las confusas sensaciones de Bronstein, durante su match con Botvinnik, en un entorno de connotaciones siniestras, que cierra con esta brillante frase: “La gloria es un extraño animal que se escurre entre los dedos, como el mercurio.”
Para escribir, además de la imprescindible formación cultural, se requiere lo que los ingleses llaman ‘to have the knack’, tener ángel, un don que puede cultivarse pero del que no se puede estar huérfano en la recta de salida.
Me encanta el estilo vistoso y elegante de Azuaga, su capacidad para integrar en la narración elementos dispares y darles una cohesión que alcanza dimensión literaria, sin por ello traicionar la realidad, ni menos aún la verosimilitud. Porque lo más importante es que el autor no se ha limitado a recrear historias pintorescas o contarnos lo leído en otras fuentes, sino que se ha tomado la imprescindible molestia de investigar por su cuenta, consultando incluso a personajes relevantes que conocieron a sus héroes o que tienen una visión muy próxima de sus vidas.
¡Bravo! Enhorabuena por este precioso regalo a los lectores de ajedrez.
Definitivamente, un libro delicioso.
CUENTOS, JAQUES Y LEYENDAS
Manuel Azuaga
Editorial Renacimiento, 2021
254 páginas
15×21 cm.
ISBN 978-84-18387-79-1
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