(…)
Y con esa fórmula entabló el match (12-12) consiguiendo así una gloria moral que los años no pueden empañar y que la historia del ajedrez no le discutirá jamás. El título mundial estuvo a punto de ser suyo, pero la experiencia del campeón, su sexto sentido, le permitieron (penosamente, cierto es) conservar el título.
Bronstein debió sentirse profundamente decepcionado, tras el durísimo esfuerzo y la corona mundial al alcance de la mano. En este sentido, no es absurdo pensar que todo lo que puede haber sugerido en Bronstein una «moral de hierro», es decir, ilusiones, imaginación, riqueza de ideas, por qué no ambición… puede haberse difuminado, mostrando así la verdadera realidad de su naturaleza donde antes sólo había visos de realidad, es decir, poniendo al descubierto la ausencia de un gran espíritu competitivo, inferior, en todo caso, al de muchos de sus colegas. La «moral de hierro» («moral de combate») situada en la auténtica expresión del hombre-Bronstein reduciría paulatinamente la excelencia de sus resultados deportivos. (7)
El MI Giorgio Porreca, autor de la definición del estilo de Bronstein, antes consignada, completa la descripción así:
«Posteriormente, su juego fue adquiriendo matices sofisticados que conformaron un estilo paradójico.» (8)
Paradójico siempre lo fue el estilo del gran ajedrecista. Lo fue y lo sigue siendo. Acaso la falta de éxito posterior (o del mismo grado de éxito) haya contribuido a que tan agudo observador como Porreca atribuya tonos peyorativos a un juego que, conservando sus características esenciales, carece de los tonos exultantes de un pasado relativamente cercano.
Difícilmente se habrá hecho justicia a Bronstein, a la enorme entidad que tiene su figura, con toda su infinidad de ideas, de constante búsqueda innovadora. Sabemos que el ajedrez tiene fronteras inasibles, posibilidades entrevistas (9), áreas increíblemente fértiles… Bronstein, sin embargo, jamás marcó límites a su propio afán investigador.
Es privilegio de los grandes ajedrecistas el producir jugadas magistrales o, más cabalmente, jugadas verdaderamente inolvidables. En efecto, ¿cuántas jugadas sorprendentes no nos sugieren el nombre de Bronstein? Pensemos en su famosa partida con Rojahn (10), donde introdujo una increíble novedad en una posición con más de un siglo de vida, pensemos en su jugada Cc5 en un esquema archiconocido de la Defensa Caro-Kann (1 e4 c6 2 d4 d5 3 Cc3 dxe4 4 Cxe4 Af5 5 Cc5!?), en su maravilloso e increíble golpe …Ag8!!, también en una posición de la Caro-Kann, con el que neutralizaba definitivamente las amenazas sobre los puntos e6 y f7, y pese a que con ello dejaba a su alfil dama (¡voluntariamente!) con tan sólo un escaque libre. Tantas y tantas jugadas… paradójicas, sí, pero ¡cuán efectivas!
¿Será preciso recordar aquí las numerosas líneas «caducas» rescatadas por Bronstein del vasto patrimonio histórico del ajedrez? La multitud de líneas e ideas empleadas por él no tienen, naturalmente, cabida aquí, más que como alusión (11). Y lo que más dice en favor de su fantasía creadora: variantes supuestamente refutadas, líneas inferiores, desechadas o, al menos, arrinconadas. Nunca o apenas nunca tuvo miedo Bronstein de recurrir a viejas concepciones, a viejas ideas enriquecidas o susceptibles de ser enriquecidas por su propia mente. Pero esta audacia es únicamente importante en apariencia. Lo verdaderamente significativo es que el propio Bronstein no ha debido considerarse muy audaz al llevar aquellas ideas al tablero. No es difícil suponer que, una vez reactivadas y absorbidas, las «viejas» ideas de su preferencia eran firmemente tratadas en el crisol del laboratorio bronsteiniano.¿Qué decir de su originalísima concepción del medio juego? No sólo el ataque, tampoco son ajenas a Bronstein la defensa activa y la progresiva presión posicional sobre los puntos débiles del enemigo. Y quizá uno de los aspectos menos conocidos de su habilidad táctica lo constituyan esos refinados sacrificios de peón, capaces por sí solos de desconcertar a los oponentes más calificados. Poco hay que añadir en este punto que no puedan explicar mejor las propias partidas de este gran maestro del tablero y eterno perseguidor de maravillas ajedrecísticas.(continuará)
(7) No estaría de más matizar un poco el declinar de Bronstein. Evidentemente, sus resultados se hallan, desde luego hace largo tiempo, en declive, pero no olvidemos que durante los años sesenta, setenta y aun la década en que nos hallamos, B. ha ganado no pocos torneos y conseguido sorprendentes colocaciones finales en muchos otros.
(8) ‘Dizionario Enciclopedico degli Scacchi’, Porreca y otros.
(9) «…se trata de algo (el ajedrez) que está un poco, sólo un poco, por encima de las posibilidades de la mente. Si fuera más difícil de lo que ya es o mucho más fácil, habría desaparecido. No es un juego, pero tampoco una ciencia. Alguien ha dicho que es un arte inventado por el diablo: la mente humana no tiene condiciones capaces de inventar el ajedrez…» Dr. Rey Ardid (entrevista realizada por H. B. Kuperman para ‘El País’, 25.12.1983).
(10) Bronstein-Rojahn, Olimpiada de Moscú 1956, match URSS-Noruega. Defensa Dos Caballos (1-0, 38 jugadas).
(11) Un rápido recorrido por la producción de B., nos permite extraer lo siguiente: a) Antes que nada la reintroducción sistemática, en la práctica magistral,, del Gambito de Rey (Kan, Alatorzev, Koblenz, Moscú 1945; Ragozin, Estocolmo 1948; Kamishov, Moscú 1948; Szabo, Moscú 1949; Lilienthal, Moscú 1963; Matanovic, Ivkov, Viena 1957; Lemoine, Múnich 1958; Botvinnik, Moscú 1952; Tal, Riga 1958, etc. (Ver más en las páginas 27-28 del libro).
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