ajedrez, abril 23, 2011

BOBBY FISCHER (II)

Del libro BOBBY FISCHER, por A. Gude, de inminente publicación por Editorial La Casa del Ajedrez.

(…)
Taimanov, Larsen y Petrosian son borrados del mapa
1970 fue un año mágico para Fischer y único en la historia del ajedrez. Jamás un jugador obtuvo tantos éxitos y tan consistentes. El veterano GM Isaac Kashdan dijo: «Los éxitos de Fischer en 1970 son los mayores obtenidos por un ajedrecista de nuestra era.» La pregunta que ahora se planteaba el mundo era si Fischer sería capaz de mantener el tipo en 1971 y de imponer su energía creadora a los rivales de su talla que le esperaban en la fase de Candidatos. Para empezar, Taimanov.
Spassky parecía tenerlo claro: «La figura más interesante entre los jugadores actuales es Fischer. Está en la cumbre de su fuerza creativa y es el aspirante más probable a un match por el campeonato mundial.»
Los soviéticos estaban inquietos. Sobre todo los responsables políticos del ajedrez, que movilizaron todos sus recursos para frenar a Fischer.
Las declaraciones de Botvinnik, contrariamente a su habitual lucidez y objetividad en cuestiones ajedrecísticas, revelaban cierta ambigüedad respecto a Bobby Fischer. Admitía que era un jugador fantástico, pero siempre le ponía peros. No tenía el sentido del peligro lo bastante desarrollado. No se desenvolvía bien en posiciones irracionales. Las complicaciones le confundían… En un artículo publicado en la revista 64, escribió: «Si Fischer, no obstante, derrotase a todos los candidatos, ¿qué motivos tenemos para pensar que derrotará también a Spassky?» ¿No era una traición del subconsciente? Pese a los defectos de su juego, ¿resulta que Fischer podía derrotar, en teoría, a todos los candidatos?
La valoración retrospectiva de los éxitos (y el juego) de Fischer en 1970 permite concluir que su triunfo final en el ciclo de Candidatos era un pronóstico perfectamente previsible. Los soviéticos se engañaban a sí mismos. O querían engañarse.
Tal y Botvinnik pensaban (o decían) que Taimanov tenía posibilidades. Otros expertos también lo creían así. Pero en una reunión de grandes maestros, convocada por el Comité de Deportes, a las opiniones más o menos eufemísticas de la mayoría, Spassky opuso la suya, con su habitual sinceridad: «Mi opinión es que no debemos decirle a Taimanov cuál es la verdadera fuerza de Fischer.»
Taimanov pidió ayuda a Botvinnik para la preparación de su match. Y Botvinnik, a su vez, pidió la colaboración, en esa tarea, de los grandes maestros Kotov, Vasiukov y Balashov, además de pasar a Taimanov el informe que había elaborado cuando se preparaba para jugar su match con Fischer. Taimanov quería que lo ayudase Tal, pero Botvinnik se lo desaconsejó, seguramente porque pensaba que tanto táctico junto era peligroso: «Lo discutimos todo. Lo planeamos todo. Pero Taimanov tomó otra línea de acción…»
Mark Taimanov estaba decidido a luchar. Siempre había sido un optimista y su fuerza de juego era indiscutible. Otra cosa es que fuese suficiente para medirse con el americano…
En la primera partida planteó (capítulo 2, nº 26) una lucha abierta, en una India de Rey, con blancas y con ideas afines a su propio sistema de apertura (el gambito Cf3-g5-e6), que da lugar a una lucha muy aguda. Nada inesperado para Bobby. La partida fue muy dura y tuvo alternativas muy complicadas, pero las blancas se rindieron sin reanudar el juego en el aplazamiento.
La segunda partida se aplazó en la jugada 73, en una posición de tablas muertas. Pero Fischer, como siempre, decidió seguir jugando. El desenlace de esta partida se produjo al día siguiente de haberse jugado la tercera (capítulo 2, nº 27). Una partida explosiva, llena de posibilidades, en la que Taimanov se vació y acabó totalmente frustrado por el desenlace: nueva derrota. En esencia, el match quedó decidido y el GM soviético no pudo encontrar las fuerzas ni el ánimo necesarios para ofrecer la resistencia que su formidable rival exigía. Las tres últimas partidas fueron un patético drama, en el que un campeón tumbaba a su rival una y otra vez en la lona.
¡6-0! ¡Increíble, pero cierto!
Semifinal de Candidatos. Denver, julio de 1971. Era el turno de Larsen, quien no se consideraba, en absoluto, vencido de antemano. Recordemos que el año anterior había defendido el primer tablero de la selección mundial contra la URSS y había vencido, en cuartos de final, a Uhlmann, si no por un resultado espectacular, sí claro: 6,5-3,5.
Fue una sorpresa general que Larsen aceptase, tan alegremente, jugar en EEUU, cuando había otras propuestas. Pero Denver, a 1.600 metros sobre el nivel del mar, le parecía un lugar excelente. Aquel verano, sin embargo, fue tremendamente caluroso en Colorado, con temperaturas por encima de los 40 grados.
La primera partida (capítulo 2, nº 28) fue muy tensa, espectacular y decisiva para el desenlace del match. Fischer siempre había tenido problemas, con blancas, contra la Defensa Francesa, y haber superado de forma tan brillante los escollos que le opuso Larsen significó un paso de gigante para él.
Kasparov considera, no obstante, que la partida clave del match no fue la primera, sino la segunda (capítulo 4, nº 16). «El gran maestro danés realizó muchas buenas jugadas, manteniendo la tensión, pero en la quinta hora de juego se encontró demasiado cansado y en el momento decisivo, como en la primera partida, perdió la concentración. Pero mientras que tras la primera partida Larsen sólo estaba un poco alterado, después de la segunda se derrumbó por completo.»
El resto del match fue un paseo militar y, por mucho que se analice su derrota, la conclusión es unánime: Larsen no fue enemigo para Fischer. Las opiniones aquí no son del todo coincidentes, pero la de Kasparov, con la perspectiva de muchos años después, es significativa: «No me sorprende que Fischer hubiese ganado con tanta facilidad. Larsen no suponía para él un gran misterio. Bobby jugaba esquemas de apertura en los que el optimismo de su oponente no podía prosperar. Trataba el juego sin la menor concesión y no le dejaba a Larsen espacio para su creatividad.»
Larsen, en definitiva, se hundió. Después de la cuarta partida tuvo problemas con la presión arterial. ¿Condiciona la salud el juego o daña el juego la salud? La respuesta a esta pregunta no es difícil. Todos sabemos que, cuando no es pura coartada, una cosa lleva a la otra y la otra a la una: ambas son, a la vez, causa y efecto. La tensión y el estrés no son buenos compañeros de viaje.
La aplastante victoria de Fischer causó sensación en el mundo del ajedrez.
Sovietski Sport publicó, en primera plana, este titular: ¡SE HA PRODUCIDO UN MILAGRO! Y el GM Robert Byrne escribió en su columna del Herald Tribune: «No puedo explicarme cómo un gigante del tablero como Larsen puede perder seis partidas consecutivas.»
Una vez más, Botvinnik, tal vez celoso, quiso restarle méritos. Pero Tal dijo: «Hoy puede afirmarse que una superioridad así, en eventos de carácter mundial, nunca ha sido exhibida por ningún aspirante a la corona del ajedrez.»
(continuará)
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3 comentarios

  1. Ariel Elea 21:20, abril 23, 2011

    Hombre, Antonio. Cuando lo lea ya seré más «entero». No se puede uno pronunciar sobre lo que no ha leído. Ahora bien, las pequeñas pinceladas prometen un cuadro bonito.Un saludo.

  2. Antonio Gude 20:04, abril 23, 2011

    Fischer tiene mucho de Alekhine y de Kasparov (preparación teórica implacable y cálculo preciso de secuencias tácticas). De Bronstein, poco. Pero puede afirmarse, sin temor a errar, que era un genio del ajedrez por la enorme fuerza «de arrastre» de su juego en todo tipo de posiciones, y una voluntad de ganar casi insuperable… Hombre, gracias por lo de «ameno y agradable» que no puede ser más descafeinado, pero en fin, no puedo pedirte un veredicto más enfático… Saludos.

  3. Ariel Elea 14:30, abril 23, 2011

    Aunque admiro a B.Fischer, no es el jugador que más me gusta. El juego de Alekhine, Kasparov o Bronstein, me subyuga más. Ahora bien, lo que has avanzado del libro nos lo presenta como de lectura muy agradable y amena.