El texto que sigue es la introducción a la segunda parte del libro THE APPLICATION OF CHESS THEORY, de Efim Geller, no publicado en castellano. Corresponde a las páginas 153-154, Cadogan Chess Books, 1994.
Contra campeones del mundo
¿Cómo derrotarlos? Esta pregunta siempre ha tenido interés, tanto para experimentados maestros como para aquellos que están dando sus primeros pasos en el maravilloso y fascinante mundo del ajedrez. Después de todo, los campeones del mundo siempre se han distinguido por algo especial, pues de no ser así, sencillamente no serían campeones.
Me parece que los campeones del mundo pueden ser derrotados, siempre y cuando se cumplan tres condiciones esenciales.
La primera es que se tenga la oportunidad de jugar con ellos. No tiene por qué ser en un match por el Campeonato Mundial, ni tampoco en un importante torneo internacional, pero sí al menos en una exhibición de simultáneas.
La segunda es que, al jugar contra ellos, se debe tener siempre presente que son campeones, de modo que debemos esforzarnos al máximo en la partida, sin pensar siquiera en el día siguiente.
La tercera es que, al jugar contra ellos, debe usted olvidarse por completo de que juega contra campeones del mundo. Eso le permitirá evitar ser hipnotizado por la personalidad de su oponente y preservar una buena disposición de espíritu y lucidez mental.
El lector comprenderá, por supuesto, que el contenido de estas reglas no es muy serio. Si me he permitido este tono festivo, se debe sólo a que no hay una receta científica para vencer a los campeones, nunca la ha habido y nunca la habrá.
Pero en cada chiste siempre subyace una dosis de verdad. Si juega usted con total intensidad y concentración, si no se estremece ante el influjo del poderoso nombre de su oponente y si, por último, trabaja seriamente en ajedrez, entonces puede confiar en conseguir éxitos importantes y victorias de las que sentirse orgulloso.
Me resulta difícil decir el número exacto de partidas que he jugado contra campeones del mundo. La mayoría de ellos son jugadores soviéticos, con quienes me he enfrentado no sólo en eventos importantes, sino también en torneos individuales y por equipos de menor rango. En cualquier caso, no es imprescindible conocer esa cifra, que debe ser de unas 200 partidas. Por supuesto, no todas las disputé con los monarcas vigentes. Así, Max Euwe era ya excampeón del mundo cuando yo apenas estaba aprendiendo el movimiento de las piezas. Vassili Smyslov y Mijail Tal sólo estuvieron un año en posesión del título, y Bobby Fischer, tras haberse proclamado campeón, no volvió a jugar ajedrez serio. Pero esto no es lo importante. Los campeones –ya sean pasados o futuros– en cualquier fase de su carrera han sido los jugadores más interesantes y distinguidos.
Contra la mayoría de ellos tengo un registro favorable. Si se descuentan las tablas, mi resultado contra Botvinnik es 4-1, contra Smyslov 10-7 (¡he jugado más de 50 partidas contra él!), contra Petrosian 4-2, y contra Fischer 5-3. Contra Euwe y Karpov 1-1, y sólo tengo un resultado desfavorable con dos campeones del mundo: 4-6 contra Tal y 6-9 contra Spassky (es interesante observar que mi resultado en torneo es favorable, pero en dos matches sufrí seis derrotas sin una sola victoria).
Incluyo aquí todas las partidas que he ganado a campeones del mundo, con la excepción de una contra Tal, en la tercera vuelta del Torneo de Candidatos de Curaçao (1962), irremediablemente arruinada por tremendos errores de ambos en los mutuos apuros de tiempo. Para compensarlo, comentaré dos tablas contra el mismo oponente, que espero resulten atractivas al lector.
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No está mal que a la seriedad técnica de este gran libro, Geller se permita añadir una saludable ironía: «…debe tener siempre presente que juega contra campeones» y «…olvídese por completo de que juega contra campeones del mundo.» Y sin embargo, ambas recomendaciones parecen correctas y adecuadas, pues ser plenamente consciente de con quién se está jugando no excluye que, ante oponentes de ese gran nivel, el jugador deba blindarse psicológicamente para no caer vencido de antemano.
El libro debería publicarse cuanto antes, porque es todo un curso de ajedrez magistral, con lecciones a todos los niveles: posicionales, tácticas, teoría de aperturas, enfoque psicológico…
En fin.
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Antonio Gude 16:05, julio 27, 2011
Geller, que si de algo pecaba es de arrogante, sabía mucho, demasiado. Pero este ligero «cachondeo» suyo también me gusta. «Recuerde que…» y «olvídese de…» Larsen decía que no bastaba con ser gran maestro. Además había que jugar bien. Esa es la clave. Hay que jugar bien (o procurarlo) cada partida. Un famoso futbolista brasileño dijo que jugaba como si cada partido fuese el último. Yo firmaría eso para el ajedrez, claro que hay gente que se estresa… Saludos.
Anonymous 15:55, julio 27, 2011
Saludos,Antonio:
Me gusto la tercera, por lo universal.Nunca me tocará jugar contra un Campeón Mundial, pero si contra muchos de mis amigos que bordean su juego en el mesianismo y a quienes les he castigado duramente sus «creencias»
Jairo