ajedrez, junio 5, 2013

DINAMISMO Y CÁLCULO (Introducción) (2)

(…)
La influencia del estilo

Es importante conocer nuestra filosofía de juego, es decir, si afrontamos la partida con objetividad, en función de las posiciones que se producen en el tablero, o si tenemos en cuenta al oponente con quien nos enfrentamos.
Jugar y elegir determinadas aperturas en función de nuestro propio estilo. Si decidimos esto, presupone que conocemos cuál es nuestro estilo, cuáles son nuestros puntos fuertes y débiles, nuestras preferencias y nuestro rechazo por determinado tipo de posiciones.
También supone asumir que el oponente tiene su estilo. Esto, naturalmente, no siempre es posible por la sencilla razón de que a veces no lo conocemos, ni conocemos ninguna de sus partidas.
Ya he alabado las grandes ventajas de las herramientas tecnológicas. Pero hay que decir también que el estudio con programas de juego (incluso jugando a menudo contra ellos) ha contribuido mucho a la inhibición del elemento personal: hoy todo el mundo juega de forma parecida. Hace años decía el GM Mark Taimanov que esa uniformidad en la manera de jugar le impedía distinguir ya las partidas de un Lékó de las de un Kramnik o un Bacrot. Años después, esa tendencia se ha acentuado. Por supuesto que sigue habiendo concepciones geniales y jugadas extraordinarias e imprevisibles, pero, en general, el juego dominante es muy similar, porque la preparación y las fuentes de información son las mismas.
¿Significa esto que el estilo, la interpretación personal se encuentra en horas bajas? En cierto modo. Algunos jugadores geniales arrinconan con su praxis los augurios de monotonía, pero es cierto también que son quijotes luchando contra molinos, que son gigantes. La práctica competitiva global asume características similares y la aparición esporádica de novedades teóricas y secuencias originales no puede cambiar esa conclusión.
 
Cálculo
 
Creo que el factor más importante, que
distingue a un jugador experto de otro,
es la capacidad de calcular bien, y en la
que incluyo su capacidad para visualizar 
y evaluar correctamente las posiciones.
John Watson
‘Secretos de la estrategia moderna en ajedrez’
 
En una ocasión el GM Juan Mario Gómez (campeón de España en 1980 y 1992) escribió: «La estrategia no existe. Sólo existe el cálculo.» Naturalmente, esta declaración no hay que tomarla al pie de la letra, pero contiene sin duda una gran dosis de verdad.
Resulta evidente que las partidas modernas de ajedrez están impregnadas de cálculo, mucho más que en las primeras décadas del siglo XX, cuando prevalecía el juego guiado por principios generales, y bastante más que en el resto del siglo pasado. Hoy nadie confía en los planes monolíticos a largo plazo, e incluso en aquellas aperturas en las que tales planes estratégicos son más factibles suelen producirse rápidamente refriegas que imprimen un carácter dinámico a la posición. Una vez que ésta carece de las características simétricas de muchas partidas del pasado, resulta difícil prescindir ya del cálculo.
el cálculo y el análisis concreto de la posición fueron una premisa de los maestros soviéticos, elevada a categoría fundamental por el famoso entrenador Mark Dvoretsky, con quien comparte muchas de sus tesis Gary Kasparov (o así, al menos, lo afirma éste en el prólogo a uno de los libros de Dvoretsky).
Hoy día la mayor parte del ajedrez de competición da lugar a luchas muy intensas, en las que el cálculo es una de las herramientas fundamentales para conducir la partida. La visión estratégica y los planes de conjunto se dan por supuestos, pero cada posición y cada situación exigen del jugador un cálculo preciso y minucioso.
 
Dinamismo
¿Qué es el dinamismo en ajedrez? No se trata del juego de ataque, ni de juego combinativo. Cierto que una combinación o un ataque suelen ser dinámicos por definición. Sin embargo, existen ataques tranquilos y combinaciones posicionales que no pueden considerarse dinámicos.
Entendemos por dinamismo en ajedrez un juego que trata de explotar las opciones más enérgicas y agresivas que la posición ofrece o contiene. Esa actitud por parte de un jugador responde, por tanto, a una filosofía que llamamos dinámica. Por otra parte, un jugador puede ser dinámico y no tratarse necesariamente de un jugador de estilo atacante. Korchnoi es un jugador dinámico y difícilmente podría considerársele un jugador ofensivo, porque en su estilo coexisten planes estratégicos y defensas activas junto con contraataques y maniobras activas de todo tipo. Pero sin duda es un jugador enérgico, porque rara vez opta por planes lentos o acciones pasivas.
Hay muchas cosas que han contribuido a esa búsqueda del desequilibrio en la posición. Por un lado, las investigaciones y análisis personales se han visto muy reforzados por la garantía que ofrecen los módulos y programas de ordenador. La densidad de información permite ahora extraer conclusiones mucho más fiables.
En este libro he tratado de llevar a cabo un estudio del ajedrez dinámico, partiendo de los primeros maestros significados que lo adoptaron como filosofía de juego. Descarté a Anderssen y otros maestros anteriores por considerar que su juego era demasiado azaroso y carente de una sistematización mínima. He procurado que el contenido de la obra fuese de carácter práctico, prescindiendo de teorizaciones: las partidas, sus protagonistas y los comentarios debían hablar por sí solos, ser lo suficientemente expresivos.
Tras un estudio de la enorme figura de Alekhine (segundo capítulo), se pasa revista, en el tercer capítulo, a una primera revolución conceptual en ajedrez, con la explosión del ajedrez soviético y luego la década prodigiosa de los años sesenta (capítulo cuarto).
Era obligado detenerse luego en la poderosa influencia que Kasparov ejerció sobre el ajedrez mundial durante las dos décadas de su reinado, que dieron un golpe de timón al juego predominante, marcado por su predecesor en el trono, Anatoli Karpov.
Alexander Morozevich es un caso único, extraordinario para el ajedrez actual, de ahí que le haya consagrado el sexto capítulo.
En el séptimo veremos el impacto del estilo y su importancia en la práctica de un ajedrez dinámico. La forma en que Tal o Spassky ejecutaban sus peculiares ataques, sus interpretaciones agresivas de la lucha en el tablero. Pero también las grandes concepciones de Geller, Fischer o Stein, un jugador éste injustamente olvidado dada su gran valía, su originalidad y sus inolvidables creaciones.
Por fin, llegamos al octavo y último capítulo, en el que, en esencia, se estudia el juego y partidas de los jóvenes fenómenos dinámicos durante la primera década del siglo XXI. Me he centrado en los diez que considero mejores: Paco Vallejo, Alexander Grischuk, Vugar Gashimov, Teimour Radjabov, Hikaru Nakamura, Sergei Karjakin, Fabiano Caruana, Le Quang Liem, el jovencísimo prodigio holandés Anish Giri y, naturalmente, el número uno del mundo, Magnus Carlsen.
(continuará)
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