ajedrez, junio 14, 2011

EL LENGUAJE DE NIMZOVICH (1)

Fragmento de El hombre que resolvió el enigma, por A. Gude, epílogo de LA PRÁCTICA DE MI SISTEMA, de A. Nimzovich, Editorial La Casa del Ajedrez, 2006 (pp. 199-223).

La mayor contribución que Nimzovich
legó al mundo (…) fue la elaboración de
un nuevo vocabulario, que hizo inteligible
la hasta entonces pobremente articulada
estrategia de los grandes maestros.
Nimzovich poseía una capacidad especial
para captar la esencia de una operación
o estructura.
RAYMOND KEENE


El maestro Nimzovich ha acuñado en sus libros y artículos un lenguaje peculiar. Por un lado está su terminología técnica, y por otro lado, la forma en que expresa o viste sus tesis. En muchos casos, los temas técnicos que Nimzovich expone no son del todo originales pues, como él mismo indica en el prólogo a Mi sistema, éste no ha nacido de la nada. Esto significa, por supuesto, que como en toda disciplina, las ideas se articulan en forma piramidal. Si en filosofía o en física alguien expone una nueva teoría, pretende, en cierto modo, invalidar o refutar otras anteriores y, en cualquier caso, debe presuponer siempre un terreno común de reflexión: un lenguaje y unos conocimientos previamente establecidos, sobre los que desarrollar las nuevas ideas.
Tal sucede también en ajedrez. Las teorías de Nimzovich pretenden constituir una réplica a la Escuela Clásica, rfutar muchas ideas y postulados de ésta y, por tanto, presuponen un territorio común de conocimientos y temas.
Para empezar, sus famosos elementos (a los que fugazmente alude en algún punto de Mi sistema como estratagemas), en Práctica de mi sistema pasan a asumir ya la denominación genérica, junto con procedimientos o mecanismos, de estratagemas, una palabra ésta que en castellano tiene connotaciones obsoletas, casi cómicas, pues parece aludir a astucias infantiles o truculencias inofensivas. Uno puede imaginarse el cuadro familiar de una reñida partida de parchís en la que cada jugador esté preparando sus tretas o estratagemas para comer la ficha delantera del jugador vecino o frenarla en tal o cual casilla de seguridad. Nimzovich, sin embargo, se las toma muy en serio y son serias.
Aunque algunos términos y expresiones existiesen ya o hubiesen sido consignados por Steinitz, Staunton y otros, lo cierto es que Nimzovich los presentó realmente en sociedad. Hablar de peón pasado no es, ciertamente, una exclusiva de Nimzovich, pero no hay ningún otro maestro o teórico con quien más se asocie el estudio de los peones pasados y, sobre todo, con los bloqueadores y procedimientos de bloqueo. Pero hay infinidad de términos cuyo copyright parece pertenecer por entero a Nimzovich: la restricción, el bloqueo, la profilaxis, la superprotección (o sobredefensa), el ansia expansiva de los peones pasados y móviles, la séptima fila absoluta, el puesto avanzado, la cadena de peones, los complejos de peones doblados, el juego en casillas de un mismo color, el sacrificio de bloqueo, etc.
Muchas de las expresiones que Nimzovich hizo famosas sí son originales, aunque la idea ya existiese. Por ejemplo: la maniobra de torre que, a primera vista, parece incomprensible, y que algunos comentaristas calificaron irónicamente de misteriosa jugada de torre, expresión que hizo suya, aplicándola a jugadas muy peculiares en las que la torre adopta una posición preventiva, que fuerza o provoca una modificación en la estructura de peones (avances, cambios, etc.). Esa maniobra tenía ya sus antecedentes, pero es indudable que Nimzovich la popularizó y le dio un contenido profundo.
En cuanto al puesto avanzado, Nimzovich no habla para nada de «centinelas» ni «garitas», como se menciona en la traducción española que circula. La palabra que emplea es Vorpost, literalmente «puesto avanzado», la expresión universal para esta figura técnica. Aunque el traductor haya querido emplear una imagen, esa imagen es muy desafortunada, ya que el puesto de centinela está dentro de un cuartel o una trinchera propia, y su misión es puramente preventiva, mientras que, por definición, el puesto avanzado se encuentra incrustado en campo enemigo, y la misión de la pieza que lo ocupa es ofensiva.
Nimzovich, por cierto, fue el primero que –salvo omisión– se refirió al conjunto de peones como a una estructura (Struktur), aunque ocasionalmente también haya empleado los términos formación o esqueleto.

Nos detendremos ahora en su estilo. Preocupado por transmitir claramente sus ideas al lector, Nimzovich a menudo recurre a símiles con la realidad o imágenes que evoquen un cuadro familiar. Esa forma de asociar conceptos o acontecimientos ajedrecísticos con otros sucesos cotidianos de todos conocidos tiene un pintoresquismo algo anacrónico. No obstante, no olvidemos, en primer lugar, que el libro se escribe en la tercera década del siglo XX. En segundo lugar, esas imágenes suelen ser muy ajustadas y comunican perfectamente la idea. En tercer lugar, el humor que generalmente destilan es muy sano y estimulante. Por último, en comparación con la aridez y la escritura plana que caracterizan a la mayoría de los autores de ajedrez (no sólo de principios de siglo, sino de todo el siglo XX), son un buen torrente de agua fresca y enriquecedoras pinceladas de autor.
Pasemos revista a algunas de ellas, a modo de muestras de su estilo. Vaya por delante una excusa por las abundantes citas, pero al tratarse este estudio de una relectura e interpretación de Mi sistema y Práctica de mi sistema, y precisamente porque el lenguaje que emplea Nimzovich, la forma en que verbaliza sus ideas, es uno de sus puntos fuertes, considero que las mismas son de inclusión obligada.
En el capítulo 1, a propósito del desarrollo y, tras haberlo definido:

«El período de desarrollo puede estar imbuido de un espíritu democrático. Sería poco democrático, por ejemplo, autorizar a uno de nuestros oficiales a darse una larga excursión, mientras los demás se quedan en el cuartel con insoportable aburrimiento. No, procede concederle una jugada a cada oficial y… ¡que nos lancemos a la batalla!»

En el apartado 5 del mismo capítulo inicial:

«Cuando un granjero pierde un lechoncillo enfermo, no sólo lamenta su pérdida, sino también la del forraje que el lechón ha consumido.»

También en el primer capítulo, punto 7 (La captura de peones en la apertura):

«Una partida en curso es como el organismo de un niño, en proceso de desarrollo (…) Si un día se presentase en la Bolsa un niño de seis años, dispuesto a adquirir un paquete de acciones, los señores financieros se reirían a carcajadas, porque pensarían que un acto así sólo deben realizarlo personas adultas y conscientes de saber lo que hacen al comprar (…) La pregunta en el aire para todos sería ¿Para qué quiere el niño las acciones? De la misma forma, yo les preguntaría a los cazadores de peones: ¿Qué han conseguido al ganar uno o más peones, en detrimento del desarrollo? El organismo del niño tiene que desarrollarse, como función vital básica, pues ni el padre ni la madre pueden crecer en lugar del niño.»

(…)

(continuará)
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