En su novela La dádiva, Vladimir Nabokov hace varias referencias al ajedrez, en particular en relación con la composición de problemas.
Título original del libro: Dar (edición rusa, Nueva York, 1952).
El texto que sigue es de la edición española (Editorial Anagrama, Barcelona, 1988).
P. 187
Entre La Estrella y La Linterna Roja (estremeciéndose bajo el humo del tren) había una edición de la revista de ajedrez soviética 8×8. Mientras Fiodor la hojeaba, deleitándose en el lenguaje humano de los diagramas de problemas, se fijó en un breve artículo que llevaba la fotografía de un anciano de barba rala, con mirada de fuego tras las gafas; el artículo se titulaba «Chernyshevski y el ajedrez». Pensó que esto podría divertir a Alexander Yakovlevich, y en parte por esta razón y en parte porque en general le gustaban los problemas de ajedrez, tomó la revista; la muchacha, dejando de mal grado a Kellerman, «no podía decir» cuánto costaba, pero sabedora de que, de todos modos, Fiodor estaba en deuda con la tienda, le permitió con indiferencia que se la llevara. Él se marchó con la agradable sensación de que podría distraerse en casa. Como no sólo sabía resolver muy bien los problemas, sino que además poseía hasta el grado máximo el don de componerlos, encontraba en ellos, además de un descanso de sus esfuerzos literarios, ciertas misteriosas lecciones. Como escritor conseguía algo semejante a la misma esterilidad de estos ejercicios.
Componer problemas de ajedrez no suponía ser necesariamente un buen jugador. Fiodor jugaba de manera mediocre y de mala gana. Le fatigaba y enfurecía la disonancia entre la falta de nervio de su mente en el proceso de la competición y la hipotética brillantez a que aspiraba. Para él, la construcción de un problema difería del juego casi del mismo modo que un soneto versificado difiere de las polémicas de los publicistas. La composición de uno de estos problemas se iniciaba lejos del tablero (como la composición del verso empieza lejos del papel), con el cuerpo en posición horizontal sobre el sofá (es decir, cuando el cuerpo se convierte en una distante línea azul oscuro: su propio horizonte), y de pronto, gracias a un impulso interno que no se distinguía de la inspiración poética, vislumbraba un extraño método para encarnar esta o aquella refinada idea para un problema (por ejemplo, la combinación de dos temas, el indio y el Bristol, o algo completamente nuevo). Durante un rato se recreaba con los ojos cerrados en la pureza abstracta de un plan sólo realizado en el ojo de su mente; entonces abría con premura su tablero de tafilete y la caja de pesadas piezas, las colocaba de cualquier modo, al azar, e inmediatamente se ponía de manifiesto que la idea surgida con tanta pureza en su cerebro exigiría, sobre el tablero –a fin de liberarla de su gruesa y talluda cáscara– inconcebibles esfuerzos, un máximo de tensión mental, infinitos intentos e inquietudes y, sobre todo, ese ingenio constante con el cual, en el sentido del ajedrez, se construye la verdad.
(continuará)
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luis 17:30, marzo 05, 2011
¡Gracias!
Antonio Gude 17:24, marzo 05, 2011
Para Luis: también puedes ver (en octubre 2010) tres artículos, ‘Teoría de la suplantación’, ‘La Variante Lüneburg’ y ‘El ajedrez como mito en Borges’.
Antonio Gude 17:17, marzo 05, 2011
El librito a que te refieres, Luis, se titula ‘Schachnovelle’ que se traduciría mejor como ‘Relato de Ajedrez’, aunque en España se ha publicado con diversos títulos. Hay muchos artículos sobre ajedrez y literatura y daría para más de un libro. El problema es que a quien debería interesar (el público ajedrecista) no parece estar especialmente interesado en el tema. Si tú lo estás, podrás ver aquí muchas entradas sobre el mismo y, en especial, te remito a ‘El gambito de las musas’. Saludos.
luis 17:02, marzo 05, 2011
Así, a bote pronto, me recuerdo otra novelita (casi un opúsculo) de Stefan Zweig NOVELA DE AJEDREZ. Sería curioso, y estaría bien un artículo sobre la literatura y el ajedrez con las obras dedicadas expresamente al tema, o que lo tocan cuando menos.
Un saludo.