literatura, marzo 19, 2011

Mirón con ranas

El siguiente fragmento es del libro del escritor francés Jean Giono, Viaje a Italia, Gallimard, 1953, pp. 43-44.
(La traducción es mía)

«Conozco a otro de Bérgamo, y lo es tanto que sus colegas le han puesto el mote de Bergues y nadie lo conoce ya por su verdadero nombre. Gide me decía: Detesto a ese hombre. Algo significativo, pues Gide no solía detestar a nadie. Él y yo jugábamos al ajedrez en la trastienda de una taberna de montaña. Yo mantenía con Bergues una sólida amistad. Aquel hombre extraordinario explotaba, como un auténtico condottiero, un enorme bosque de varios miles de hectáreas. Tras haber sido guardabosques oficial durante mucho tiempo, se había convertido, de forma igualmente oficial, en buscador de plantas medicinales… Pescaba truchas a mano, sin preocuparse lo más mínimo por las disposiciones legales, y también cazaba, con trampas, zorros, liebres, topos y marmotas. Era muy hábil en el curtido de pieles y su casa era una apestosa cacerola. Cuando nos veía jugar al ajedrez, se sentaba junto a nosotros. Creo que sentía una gran simpatía por Gide, sobre todo en tanto que jugador de ajedrez. En tales ocasiones, Gide se convertía a sus ojos en un Castruccio Castraccani*. Su mirada de admiración no dejaba la menor duda. Bergues no se perdía ni un detalle de la partida. Pero era por otra cosa por lo que Gide lo detestaba. Bergues no decía palabra. Ponía, al lado del tablero, tres o cuatro ranas, que la frescura del mármol mantenía tranquilas. De vez en cuando se tragaba una viva y la trasegaba con un buen vaso de vino. Nunca dijo nada. Una vez liquidadas las ranas, se iba. Creo que eso me ayudó bastante para darle algunos mates a Gide.»
*Aventurero, duque de Lucques (1281-1328).
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