ajedrez, mayo 26, 2012

MORPHY: biografía por SERGEANT (2)

13 Noviembre 1858. La famosa exhibición a la ciega de Paul Morphy, en el Café de la Régence de Paris (ocho partidas simultáneas).
Ilustración del Harper’s Weekly.

BIOGRAFÍA (continuación)
Por entonces, su match con Löwenthal había finalizado, de modo que Morphy concertó otro breve match con el Rev. J. Owen. Parece que estaba descontento por haber perdido una partida amistosa con éste (nº 208), y le comentó a un miembro del St. George’s que le daría a Owen ventaja de peón y salida. Esto llegó a oídos de Owen, quien, capaz de ofrecer resistencia a Staunton, cuando éste le concedía ventaja, declaró que estaba seguro de que Morphy no podría hacerlo y que, de no ser por sus hábitos, estaría dispuesto a jugar el match por 1.000 libras. ¡Qué confianza la suya! El match se celebró (aunque sin mediar otra apuesta que un ajedrez de marfil), y Owen, mencionado por razones profesionales bajo el alias de “Alter”, perdió cinco partidas y sólo pudo hacer tablas en las otras dos, del total de siete establecido. Aparentemente, se disputaron en sólo un par de días, pues Owen debía participar en el Congreso de la B. C. A. el 24 de agosto.
     Staunton había partido para Birmingham sin contestar la carta de Morphy, en la que éste dejaba a su criterio los términos del encuentro. Ahora Edge* declara que Staunton le había dicho a Morphy que no iba a jugar en Birmingham, salvo en partidas en consulta. Pero al llegar a Birmingham anunció su intención de competir en el torneo. Los promotores se apresuraron a telegrafiar a Morphy (quien había realizado una inscripción provisional) para inducirle a competir. Morphy no se mostró inclinado a hacerlo, lo que no deja de ser natural, recelando de la conducta de Staunton. ¿No consideraría Staunton el resultado del evento como decisivo y, ganase cualquiera de ellos, no declinaría el match por innecesario? La explicación de Steinitz, en el sentido de que Morphy solía comenzar mal los matches y que estaba “justificado” que evitase jugar bajo las condiciones del torneo de Birmingham, es bastante superflua, pues las condiciones eran similares a las del Congreso del Ajedrez Americano. ¡Esa no era la forma en que Morphy veía las cosas!
     Una vez decidido que no participaría, Morphy se mantuvo alejado de Birmingham hasta el 26 de agosto (el torneo había empezado el 24), de modo que el emparejamiento de la primera ronda fue adjudicado a su oponente por incomparecencia. Había prometido realizar una exhibición a la ciega el 27 y mantuvo su promesa. Ese día por la mañana encontró a Staunton caminando con Lord Lyttelton, Presidente de la B. C. A., y algunos otros en los alrededores del Queen’s College, y estuvo a punto de preguntarle directamente cuál era la fecha que había decidido para iniciar el match, pero Staunton se le anticipó, “declarando que estaba completamente fuera de forma, que debía cumplir unos compromisos ineludibles con sus editores, pues de otro modo perderían muchos miles de libras, si se dedicaba a jugar ahora, etc.” (Edge). En respuesta, Morphy se limitó a preguntarle si estaría dispuesto a jugar en octubre, noviembre o diciembre. Que dejaba a su elección la fecha, pero que este acuerdo debía ser definitivo. Staunton, arrinconado, pero que no deseaba rehusar abiertamente jugar el match, se decidió por principios de noviembre, condicionando la fecha exacta únicamente a una consulta con sus editores.
     En consecuencia parecía que, por fin, todo era satisfactorio. Morphy realizó su exhibición a la ciega ante un numeroso público que había acudido de todas partes del país, tal y como lo describe Löwenthal, y tuvo éxito, si bien, seguramente se habría esforzado más de haber estado integrada la oposición por jugadores del torneo, como él había pedido, en lugar de directivos de la B. C. A. en su mayor parte. Después regresó a Londres, desde donde viajó a París el último día de agosto. No sabemos si, antes de irse, se enteró de un párrafo, en forma de respuesta a un corresponsal, que apareció en la columna de Staunton del Illustrated London News, en el que se decía que las supuestas negociaciones para un match eran “bobadas,” y se decía que Morphy había venido a Inglaterra sin representantes que pudiesen lidiar con los términos económicos de la bolsa. Si leyó la columna, debe haber sido una satisfacción para él enterarse, poco después, de que Löwenthal había salido victorioso en el torneo de Birmingham, tras eliminar a Staunton (por 2-0) en la segunda ronda, y vencer luego a Falkbeer en la final, siendo otros participantes Saint- Amant y Owen.
     Al viajar al continente, Morphy tenía un doble propósito. Contaba ya con la promesa de un match con Anderssen y deseaba, además, medirse con cualquier jugador francés de primera fuerza. Se mareó al cruzar el Canal de la Mancha, de modo que, cuando llegó a París, el 2 de septiembre, no se encontraba bien. No obstante, no perdió el tiempo y se dirigió de inmediato al Café de la Régence, donde, tan pronto se corrió la voz, su presencia causó gran sensación. Sin demora, se dirigió al “Rey de La Régence”, Daniel Harrwitz y, contrariamente a su costumbre (como en el caso de Staunton), lo invitó a jugar una partida. Harrwitz, aunque se dice que había sido un gran favorito en los clubes St. George’s y London durante su estancia en Inglaterra, no aparece bajo una luz amistosa en sus relaciones con Morphy, marcadas por una mórbida vanidad y una falta absoluta de caballerosidad. Aceptó, en cualquier caso, jugar una partida y, tras haberla ganado (nº 225), se mostró dispuesto a jugar un match con el campeón americano. Objetó, sin embargo, la participación de segundos o representantes en las negociaciones, algo que debía haber despertado sospechas.
     El match comenzó a principios de septiembre, y Harrwitz ganó las dos primeras partidas. Edge dice que Morphy trasnochó hasta muy tarde las noches que precedieron a tales partidas, presenciando los espectáculos nocturnos parisinos, pero que por fin pudo persuadirlo para que se acostase a horas más razonables. En cualquier caso, ganó rápidamente las tres partidas siguientes, momento en que Harrwitz alegó indisposición y obtuvo un descanso de diez días, siendo la única estipulación de Morphy que, a partir de ese momento el juego debía reanudarse seis días a la semana. Harrwitz apareció a jugar la sexta partida y la perdió. Entonces, de nuevo se sintió indispuesto y se produjo una segunda interrupción del encuentro, aunque no por eso Harrwitz dejó de frecuentar La Régence. Fue entonces (el 27 de septiembre) cuando Morphy dio allí su famosa exhibición de simultáneas a la ciega, tal y como se describe en la página 179. A su conclusión, la ovación, según Edge, fue tan estruendosa que Morphy y sus amigos tuvieron problemas para eludir la muchedumbre y refugiarse en el Hotel de Breteuil, donde se hospedaba.
     La séptima partida contra Harrwitz se disputó dos días después de la exhibición y finalizó en tablas. Morphy se encontraba febril. Lo cierto es que durante el resto de su estancia en la capital de Francia no se encontró bien. Parece que su malestar procedía del agua de París, ya que rara vez bebía vino. No obstante, insistió en jugar la octava partida con Harrwitz y ganó, con lo que el resultado se situaba en 5-2, y dos tablas, a su favor. El efecto de este resultado fue que Harrwitz rehusó seguir jugando. Con grandes dificultades, Morphy fue persuadido a aceptar la bolsa del match, que dedicó a pagarle a Anderssen los gastos de su viaje de Breslau a París.
     Los intervalos en su match con Harrwitz permitieron a Morphy enfrentarse a los fuertes aficionados de París, contra quienes logró sus habituales éxitos, y el trato general que le dispensaron le sirvió de cierto consuelo por la fea conducta de Harrwitz. Un corresponsal de la revista americana Chess Monthly describe así la situación: “Para contemplar a nuestro joven héroe en el Café de la Régence, se apiñan multitudes en torno a él. ‘¿Cree alguien’, pregunta Saint Amant ‘que no estamos en plena temporada y que no hay nadie en París? Que vayan al Café de la Régence y echen un vistazo al público que se amontona para ver cómo Morphy, el joven americano, exhibe sus maravillosas concepciones’. El eminente campeón es cubierto de honores. Famosos escultores, como Lequesne, le piden que pose para ellos, a fin de esculpir su busto en mármol. Duques lo invitan a cenar. El público lo reconoce cuando acude al teatro. Los poetas y hombres de genio lo halagan y, por encima de todo, el orgullo galo se regocija por el hecho de que es medio francés.”
     Tras haber vencido a Harrwitz, Morphy anunció que no se enfrentaría con ningún jugador de París sin, al menos, concederle peón y salida de ventaja, aunque no insistió sobre este punto en el caso de Arnous de Rivière, de quien se hizo un buen amigo. Como Harrwitz no tenía intención de admitir que había perdido el match por su propio abandono, Morphy hizo extensivo su desafío también a Harrwitz, lo que, como era de esperar, no tuvo respuesta. Los aficionados de París que, en partidas amistosas, aceptaban estas o mayores ventajas, las consideraban justificadas, en razón de la diferencia de fuerza entre Morphy y ellos. Es cierto también que estableció buenas relaciones sociales con damas de la aristocracia, que gustosamente lo invitaban a sus salones, permitiéndoles ganarle, en un alarde de caballerosidad, pero estas partidas, como es lógico, no se han registrado para su publicación.
     Como sabemos, Morphy pensaba regresar a casa antes de finales de 1858. Después del affaire Harrwitz, estaba impaciente por hacerlo, al haber incubado cierto desagrado por el ajedrez, o más bien deberíamos decir por las negociaciones con él relacionadas. Es algo que no debe sorprendernos, si consideramos el comportamiento de Staunton y Harrwitz. Staunton, tras la marcha de Morphy de Inglaterra, había emprendido una campaña de descalificación de su juego en el Illustrated London News hasta que, cuando el match de Harrwitz evolucionaba a favor del americano, cambió de tono y comenzó a alabarlo. No mantuvo, sin embargo, su promesa de fijar una fecha para noviembre. Entretanto, Morphy sin duda había reparado en el desprecio que Staunton había mostrado por su falta de segundos y bolsa de premios, pues el 6 de octubre le escribió una larga carta, diciéndole que sus palabras le habían herido profundamente. Tras recapitular lo que había pasado entre ellos y refiriéndose al párrafo insultante, continuaba:
     Permítame repetir que, invariablemente, he declarado en toda comunidad ajedrecística en la que he tenido el honor de ingresar, que no soy un jugador profesional de ajedrez, que en ningún momento he deseado conseguir beneficio pecuniario alguno de la habilidad que pueda tener, y que mi honesto deseo es no jugar por una apuesta, sino por honor. Mis amigos de Nueva Orleáns, sin embargo, suscribieron una cierta suma, sin ningún interés por mi parte, y esa suma ha estado a su disposición desde hace ya un tiempo considerable. Desde mi llegada a París, muchos de esos caballeros me han asegurado que esa suma podría ser incrementada considerablemente, pero en lo que a mí respecta, la reputación es el único incentivo que reconozco.
      Morphy sugería luego que sus segundos para el match podrían ser miembros del Club St. George’s (el club de Staunton), y de nuevo le pedía a Staunton que fijase una fecha. Le hacía saber que enviaba copias de la carta a los editores del Illustrated London News, Bell’s Life, Era, Field y Sunday Times, una pista clara de que un hombre tan cortés como Morphy no confiaba en el sentido del honor de Staunton, como para que éste publicase la carta por propia iniciativa.
     Staunton respondió con otra carta el 9 de octubre, en la que, definitivamente, renunciaba a jugar un match, en razón de que sus ocupaciones actuales le impedían prepararse debidamente, y terminaba sugiriendo que si Morphy volvía a ser su huésped (en el St. George’s), podría disputar “algunas partidas sans façon*
     Siguió una amarga polémica en las columnas inglesas de ajedrez, en la que la gran mayoría de los firmantes se pusieron del lado de Morphy. Paul no tomó parte en la misma, limitándose a escribir a Lord Lyttelton, “como mecenas del ajedrez inglés,” planteándole todo el caso y pidiéndole que “declarase al mundo que no ha sido culpa mía que el match no haya llegado a disputarse.” Lyttelton respondió con una carta simpática, pero no oficial, el 3 de noviembre, exonerando totalmente a Morphy, si bien arguyendo ciertas excusas para Staunton, a quien, sin embargo, criticaba por no haber dicho mucho antes que no disponía de tiempo para el match.
     Así finaliza lo que sólo puede considerarse un capítulo melancólico en la historia del ajedrez inglés. La mejor defensa de Staunton puede verse en un artículo de H. J. R. Murray en la British Chess Magazine (diciembre, 1908). En ese texto, el autor hace justicia al argumento de Staunton de que estaba trabajando arduamente en una nueva edición de las obras de Shakespeare, para la editorial Routledge, y también la consistencia del mismo en el sentido de que esa ocupación le quitaba mucho tiempo para una adecuada práctica del ajedrez. Pero no se dice: (1) que Staunton tenía un deseo genuino de disputar el match; (2) que, de haberlo tenido, habría tratado a Morphy con mayor nobleza en el período que va desde su carta del 3 de abril a la del 9 de octubre, cuando rehusó finalmente disputar el match; (3) que, si no lo tenía, su aparente (aunque condicionada) disposición a jugar pueda justificarse; y (4) que tuviese derecho alguno a utilizar su columna, como hizo, para denigrar a Morphy. El caso de Morphy está claro. Viajó a Europa sobre todo para jugar con Staunton, lo que significaba un cumplido para éste, pues lo consideraba el mejor jugador de Europa. Es posible que de forma equivocada, pero de buena fe, tomase la declaración de Staunton, en su columna del 3 de abril, como una sugerencia de que estaba dispuesto a jugar con él en Londres; pero en tal caso, era fácil para Staunton corregir su errónea impresión, tan pronto como se encontraron en el St. George’s. Sin embargo, lejos de hacer esto, hasta el 9 de octubre Staunton hizo creer a Morphy que jugarían un match en 1858, siempre que éste accediese a que Staunton fijase la fecha exacta. Por último, Morphy, un perfecto caballero, tenía derecho a ser tratado caballerosamente por cualquiera que pretendiese ser de esa misma condición. El hecho de ridiculizar al oponente, como si fuese un aventurero sin respaldo, o sugiriendo furtivamente que era un profesional, no tiene nada de caballeroso. ¿Es de extrañar que Morphy quedase asqueado de la táctica imperante en el ajedrez… fuera del tablero?
     Por fortuna, hubo otro maestro de ajedrez de cuya conducta Morphy no tuvo motivos de queja. Adolf Anderssen le había prometido un match si el americano viajaba a Europa. La idea era jugar en Breslau, donde Anderssen era profesor de matemáticas. El Club de Ajedrez de Leipzig, por otra parte, sugirió un encuentro allí, al que también sería invitado Max Lange. Pero un obstáculo fue la mala salud de Morphy en París y su propósito de regresar a Nueva Orleáns antes de navidades. Afortunadamente para el ajedrez, el médico de Morphy se mostró contrario a ese viaje a través del Atlántico, a fines de año, en su estado de salud. De modo que Morphy se resignó, aunque con reticencia, a permanecer en Europa y se dispuso a enfrentarse a Anderssen, quien accedió viajar a París para el encuentro. No pedirle a Morphy que viajase a Alemania era razonable, teniendo en cuenta su precaria salud, ya que ni siquiera se hallaba en condiciones de acercarse a la Régence, pues permaneció postrado en cama durante un tiempo, por prescripción médica. Pero Anderssen debía renunciar a sus vacaciones navideñas para poder disputar el match. Por otra parte, aparte del torneo de Manchester (1857), después de su triunfo en el de Londres, en 1851, apenas había tenido experiencia práctica de primera clase. No obstante, siendo, en palabras de Mongrédien, “excepto Morphy, el más espléndido y caballeroso jugador con que jamás me he encontrado,” Anderssen no recurrió a excusas ni demoras, y dejó Breslau a mediados de diciembre.
     Morphy le dijo a Edge que sentía que “la fiebre del ajedrez” había vuelto a él, al enterarse de que Anderssen acudía a su encuentro. Con todo, cuando Anderssen llegó a Paris, encontró en cama a su rival y, muy deportivamente, declinó iniciar el match hasta que Morphy no estuviese recuperado. Por consejo del médico, el match tuvo lugar en el Hotel de Breteuil, no en la Régence, y Morphy se levantó, convaleciente, para enfrentarse a su famoso adversario.
     Aunque similares en rasgos que los diferenciaban de muchos grandes maestros (una diferencia, por ejemplo, era que ambos estaban felices de que el match se disputase sin mediar apuesta alguna), Anderssen y Morphy ofrecían un curioso contraste, lo que debe haber hecho que el match fuese tanto más interesante para algunos espectadores privilegiados. El profesor, un hombre de cuarenta años, “de figura corpulenta, con una voz honesta, una dulce sonrisa y un comedimiento agradable, en tanto que expresivo,” era un jugador muy emotivo que, en una ocasión (en el torneo de Londres de 1862), tras ganar pieza a Paulsen y asegurarse así el primer premio, tiró la pieza alegremente al suelo, por encima de su hombro.* Morphy era totalmente lo opuesto. “Este chico de 21 años y 1,62 m. de estatura, de figura delgada y el rostro de una adolescente**,” impasible, con la mirada fija en el tablero, sin reflejar la menor emoción, salvo cuando veía la partida ganada.
     Morphy comenzó mal (como en el match con Harrwitz), perdiendo la primera partida y haciendo tablas en la segunda, pero pronto situó el marcador del match fuera de toda duda acerca del resultado final, que fue de 7-2 y 2 tablas a su favor. Por otro lado, se había dispuesto que una tarde ambos jugadores posarían, ante el tablero, para un fotógrafo, en el Hotel de Breteuil. Con tal motivo, ambos maestros aprovecharon para disputar unas partidas amistosas. En el transcurso de tres horas jugaron seis partidas, de las cuales Morphy ganó cinco y Anderssen una. El desenlace total de su encuentro fue tal que sólo era posible una explicación y, para hacerle justicia a Anderssen, hay que decir que éste no buscó excusa alguna, como no sea el haber supuesto que podía “embotellar su ajedrez y dejarlo reposar en la bodega.” Anderssen era demasiado generoso para ofrecer esa excusa durante el match. Cuando un admirador le comentó que no estaba jugando tan bien como lo había hecho contra Dufresne, respondió: “¡Es que Morphy no me deja jugar mejor!”
     Los dos grandes jugadores se despidieron en excelentes términos. Más tarde se dijo que Anderssen se había quejado de que Morphy le había hecho una promesa que no había cumplido, en el sentido de que, si vencía, iría luego a Breslau para un match de revancha. Pero no sabemos si Anderssen se quejó realmente, ni si Morphy había hecho dicha promesa. En cualquier caso, en diciembre Morphy había superado ya la fecha estipulada para su retorno y sólo sus problemas de salud se lo impidieron.
     Después de la marcha de Anderssen, Morphy jugó muy poco más en París. Harrwitz no recogería el guante de su desafío (un match con peón y salida de ventaja), y no había ningún otro candidato. Tampoco había ningún maestro europeo inclinado a desafiar a Morphy en condiciones de igualdad. Von der Lasa se consideraba demasiado viejo y, aunque sonaban los nombres de Max Lange y Carl Mayet, un match con cualquiera de ellos sólo sería probable en caso de que Morphy viajase a Alemania. A fines de febrero, Morphy disputó un match amistoso con Augustus Mongrédien, Presidente del London Chess Club, con quien mantenía una cordial amistad. Mongrédien llegó a París con el propósito de jugar con él, ya que no podían disponer de fechas en Londres, cuando Morphy se encontrase de regreso a América. Morphy ganó el match sin esforzarse, por 7-0 y unas tablas. Algunos encuentros amistosos, en particular con Arnous de Rivière, fueron el único ajedrez que jugó luego. Un cierto desagrado por el ajedrez, cuyos síntomas habían aparecido antes del match con Anderssen, se hizo ahora más evidente, tema sobre el que volveremos más adelante.


* Edge, aunque inglés de nacimiento, guardaba mucha animosidad contra Staunton, pero difícilmente podemos pensar que este prejuicio le llevase a falsificar evidencias.
* Estas dos últimas palabras en francés, en el original. =Partidas amistosas. N.d.T.
* Rev. G. A. MacDonnell, Chess Life Pictures.
** Edge.

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1 comentario

  1. Paul Morphy Spain 20:06, mayo 26, 2012

    Muchas gracias Antonio!! Cada vez estoy mas convencido (es mi humilde opinion) que Morphy ha sido el mayor talento natural en el mundo del ajedrez.Un abrazo. Víctor.