ajedrez, octubre 14, 2011

PETROSIAN EN LAS OLIMPIADAS (y 2)

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Petrosian, sin embargo, no rehusó el desafío y se presentó a jugar contra Larsen, con negras, decidido a ganar. Para el campeón del mundo aquella partida –y no la de Fischer– debió haber constituido el verdadero reto de toda la Olimpiada, con su reputación implicada en el desenlace. La victoria, para Petrosian, constituiría una dulce revancha y la revindicación de su estatus de número uno del mundo. Una tercera derrota consecutiva (tras las dos de Santa Mónica) ante el mismo oponente supondría un durísimo golpe para su prestigio. Si Petrosian quisiera haberse refugiado en la cobardía por motivos pragmáticos, esa partida y ese oponente eran los que debía eludir.
Sin embargo, Petrosian logró una convincente victoria, a prueba de nervios, con su patentado sacrificio de calidad, incluida en este libro.
¿Y qué decir de la partida de La Habana entre Larsen y Fischer? Bueno, curiosamente, Fischer, que había perdido una partida ante Larsen en el Torneo Piatigorsky, decidió tomarse el día libre y concederle a otro miembro del equipo el honor de enfrentarse al danés, un hecho notorio que todos los fans de Fischer disimularon adecuadamente para seguir insistiendo en que ¡su hombre debía haber ganado la medalla de oro!
Similares acusaciones volvieron a producirse contra Petrosian cuando éste volvió a ganar el oro en la siguiente Olimpiada, dos años después en Lugano. La desesperación de sus detractores era evidente cuando entre sus argumentos esgrimieron que Petrosian había ganado la medalla, eludiendo a peligrosos oponentes… ¡como Najdorf!
Con todos los respetos a Miguel Najdorf, gran e imaginativo jugador y durante muchos años el mejor de Argentina, difícilmente podemos considerarlo entonces una amenaza para Petrosian, quien lo había destrozado en muchas ocasiones, de modo que el hecho de que no se hubiese enfrentado a él cabe considerarlo decisión deportiva del equipo soviético. El día en que estaba programado el match URSS vs Argentina, simplemente era el día libre asignado a Petrosian de antemano.

Un excelente libro, como dije en la entrada anterior, que los inquietos editores españoles deberían añadir a su catálogo.
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