De todas las actividades relacionadas con el ajedrez, no hay ninguna, en mi opinión, comparable, en capacidad de disfrute, a una partida contra un oponente de carne y hueso, con un buen tablero y piezas de madera y un reloj lo más sofisticado posible. Si esa partida se disputa en el marco de un torneo, mejor que mejor. Aunque también puede ser glorioso jugar contra un amigo o contra cualquiera, siempre que el nivel de juego sea similar, pues si no, no tiene mucho sentido.
¿Qué otra cosa hay?, podría preguntar alguien. Muchísimas cosas: componer (y resolver) problemas o estudios, estudiar o leer libros de técnica, de historia, resolver ejercicios de combinación, estudiar aperturas, finales, táctica o estrategia, jugar contra programas o por Internet, infinitas posibilidades, casi tantas como las que nos ofrecen las agencias de viajes para vacaciones…
Sin embargo, después de eso, no hay nada comparable a la reproducción y estudio de buenas partidas. Partidas que no necesariamente tienen que ser de grandes campeones, pero sí buenas. Claro que eso no siempre se sabe a priori, por eso sumergirse en esa actividad tiene algo de suspense y de hormigueo, de búsqueda y de aventura. Hoy todos tenemos la tendencia a reproducir (o visionar) rápidamente las partidas que aparecen en los bloques de revistas virtuales o de bases de datos masivas. Sin embargo, de lo que yo hablo es de reproducirlas manualmente en un buen tablero y con cierta pachorra, porque, como dijo alguien, «hoy es urgente pararse a reflexionar.»
Te encuentras con partidas maravillosas, con errores y sin errores, con insólitas maniobras de ataque, sacrificios, jugadas «imposibles» de una pieza que nunca podría llegar… A veces, un simple avance de peón en un sector del tablero en el que no parecía pasar nada, equivale a hacer saltar las compuertas y todos los bastiones se vienen abajo…
¿Qué se hace con las partidas que más nos han gustado?
Confieso que soy un fanático de las partidas que me gustan. Las colecciono. Pero no al modo de los coleccionistas, es decir, guardando cosas por el afán de poseerlas, sino que las guardo en mi memoria, en mi recuerdo («que está hecho un poco de olvido», Borges dixit). Las tengo presentes. A veces las tengo documentadas en alguna parte (ChessBase, archivos, libros, revistas, cuadernos). Otras veces las pierdo y eso me crea cierta emoción, porque ansío reencontrarme con ellas. Otras veces me las encuentro en los lugares más insospechados y entonces procuro guardarlas para no volver a sufrir. Pero nunca consigo disciplinarme al respecto. Sé que existen, recuerdo lo que pasaba en ellas (el jaque imposible, las amenazas encadenadas, el ataque que no da respiro, la inhumana defensa activa, el peón que se descuelga, el desplazamiento que desafía las leyes de la gravedad, el peón central aislado, la promoción menor, el bloqueo que todo lo contiene, tantas maniobras técnicas que me maravillaron en su día…), y sé que he creado con ellas un fantástico (pero real) museo imaginario, que encierra para mí todas las maravillas del ajedrez en su forma esencial: la lucha entre dos jugadores humanos, capaces de cometer errores y de plasmar también las concepciones más geniales que puedan verse en el más complejo de los juegos.
Algún día propondré, en este mismo blog, listas de partidas inolvidables, memorables o como quieran bautizarlas. Las tengo en mi cabeza, las protejo y las divulgo.
Ah. Las bases de datos masivas no resuelven el problema cualitativo. Si tenemos cinco millones de partidas almacenadas y alguien no nos dice cuáles son las buenas, nunca podremos llegar a ellas. Hay un porcentaje de partidas comentadas que suelen serlo. Pero ¿cuántas partidas de calidad no llegaremos jamás a descubrir en ese inmenso océano? Sólo un 0,01 por ciento de las mismas tiene algún tipo de indicativo que señala a las partidas valiosas. Pero si en un torneo de las Islas Feroe o de Madagascar se produce una joya y sus protagonistas son jugadores desconocidos, quedará enterrada para siempre, está vez sí, en el olvido.
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Unknown 21:28, agosto 13, 2013
Y por qué no dejar que sean las computadoras las que encuentren las joyas entre la millonada de partidas? Seguro que existen métricas de belleza que los módulos puedan implementar…
Anonymous 23:34, agosto 13, 2013
Nada de eso si tu pones a analizar a un monstruo de silicio Rybka Fritz o la nueva sensacion del bloque Houdini Partidas como la de Jens Enevoldsen contra Aaron Nimzovich o el famoso problema de la danza del elefante no la valorarían igual y Antonio Siempre es un placer leer tus excelentes articulos Saludos desde Colombia
Unknown 00:43, agosto 14, 2013
Hablas de «monstruos de silicio» como si no fueran humanos quienes los crean y programan.
«Los ordenadores nunca podrán valorar la belleza» me suena, hace unas décadas, a «los ordenadores nunca podrán jugar mejor que nosotros». Mientras unos dicen lo que no se puede hacer, otros lo hacen.
Si una persona puede explicar las razones por las que cierta partida es bella (y se me ocurren razones claramente cuantificables), otra podrá programarlo razonablemente bien.
Y que luego las máquinas nos busquen las joyas…
Anonymous 20:22, agosto 13, 2013
Lo que a tí te sucede con las partidas perdidas, me ocurre a mi con los libros y las canciones, se extravian y eso me produce tristeza, pero me tropiezo nuevamente con ellas y es doble alegría, como volver a los brazos de una amante olvidada. Y con relación al análisis de partidas, coincido: Piezas de madera, solo o acompañado y prefiero un buen escritor que me guié en los comentarios, así le saco mas gusto. Jairo Carmona
Antonio Gude 19:06, julio 19, 2011
Obrigado. Portugal es un país muy querido para mí. Saludos.
Alexandre Monteiro 18:49, julio 19, 2011
Excelente artigo. Os meus sinceros parabéns pela excelência deste blog.
Alexandre Monteiro
Coimbra-Portugal
Antonio Gude 20:00, julio 12, 2011
Pero te falta la precisión. El que lo gradúa, voluntaria o involuntariamente, puede quitarte, a ojo, 15 o 20 segundos y en una partida de Blitz…
luis 19:13, julio 12, 2011
En lo único que no coincido es en lo del reloj. No me gustan los relojes modernos (digitales). Donde esté un buen reloj de cuerda que se quiten esos cacharros!
Un saludo.
Antonio Gude 15:58, julio 12, 2011
A Leo: la calma, en cuestiones que requiren reflexión (la vida, por ejemplo) siempre es buena. La prisa y la precipitación nunca lo son, aunque a veces se nos impongan. En cuanto a la diferencia de nivel, eso es interesante y hace que, por ejemplo, los Interzonales y las Olimpiadas tuviesen mucho glamour porque había muchísimas partidas atractivas. Las partidas muy competids, por otra parte, también lo son, pero es otro tipo de interés, más técnico y frío. Por eso yo añoro los interzonales y quisiera escribir sobre ellos. Saludos.
Antonio Gude 15:55, julio 12, 2011
No te preocupes, Jairo. Nunca serás anónimo para mí, ni para este blog. Gracias por tus palabras. Yo también tengo problemas para que este bicho acepte las mías… Saludos.
Leo 14:49, julio 12, 2011
Me ha gustado mucho este post. Con las partidas me pasa como con la comida que las devoro sin llegar a saborearlas. Como bien dices habría que reproducirlas con calma especialmente si están bien comentadas o contienen algún plan interesante. Creo que es interesante desde el punto de vista del aprendizaje ver partidas donde la diferencia de algún gran jugador con otro sea muy grande. Creo que se ven más claramente los planes ganadores. A muy alto nivel son todo sutilezas en las que nos podemos perder si no tenemos un nivel ajedrecístico muy alto.
Hoy en día se tiende a lo rápido, a partidas a 1 minuto, reproducir las partidas sin pensarlas y muchas veces a dejar de ver los finales porque ya no hay combinaciones muy llamativas y a menudo requieren mucho tiempo para el cálculo de variantes.
Anonymous 14:43, julio 12, 2011
NOTA: figuro como «anonimo», ya que es de la única manera que la máquina acepta mis comentarios
Jairo
Anonymous 14:39, julio 12, 2011
Al leer tu sentido artículo, he experimentado la cara de un niño disfrutando su mejor postre, hasta el punto que para obtener la dicha plena, no queda más remedio que pedir uno igual.
Jairo
Antonio Gude 14:13, julio 12, 2011
Sí, piezas de madera, y no esa cutrez del plástico que se caen apenas las rozas, con un buen lastre de plomo. ¡Qué maravilla: te sientes Alekhine, Kasparov y Tal al mismo tiempo! (Y si no lo eres, tampoco es para suicidarse). Saludos.
Crockett 14:11, julio 12, 2011
Reproducir partidas en un buen tablero y (más importante, en mi opinión) con unas buenas piezas es un verdadero placer. Procuro hacerlo un rato cada día, normalmente acompañado de algún buen libro, y la experiencia es, sin duda, altamente recomendable!