otros temas, mayo 11, 2016

ROSEBUD

CITIZEN KANE, Orson Welles, 1941, astride stacks of newspaper

Si decimos rosebud, decimos Ciudadano Kane. Si decimos Ciudadano Kane, decimos Orson Welles. Si decimos Ciudadano Kane, decimos William Randolph Hearst. Si decimos William Randolph Hearst, decimos rosebud como final de trayecto.

Como es sabido, la película es una alegoría fílmica, expresionista, experimental e innovadora en el terreno estético, acerca de la vida del magnate William Hearst, que a partir del diario San Francisco Examiner (fundado por su padre), edificó el mahyor imperio editorial de la prensa amarilla en Estados Unidos. También construyó una enorme fortaleza, San Simeón, en una montaña de California, que a duras penas podía albergar a su ego, pero que cobijaba muy bien sus amores adúlteros con la joven actriz Marion Davies y una infinidad de obras valiosas y tesoros artísticos.

Rosebud es la última palabra que pronuncia Kane en su lecho de muerte. Capullo de rosa. Pero si ese es su significado, ¿por qué ha levantado tanta polvareda y originado tanta tinta esta palabra, es decir, su significado profundo, si es que lo tiene?

¿Fue William Randolph Hearst un verdadero triunfador? Sólo si admitimos que cada triunfador duerme con un fracasado, que en él coexiste como un alter ego o un döppelganger. Sombra de sí mismo, o la otra cara de la moneda, espalda de sus éxitos.

Hearst y Welles se encontraron en el ascensor de un hotel la víspera del estreno de la película. Welles le ofreció al magnate unas entradas para asistir al mismo. Como puede imaginarse, Hearst ni le contestó.

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