Acabo de recibir este delicioso libro de relatos ajedrecísticos, obra de José Luis Torrego, publicado por Editorial Lastura, que tuve el honor de prologar.
He aquí un fragmento:
Pasaje de PEÓN 2 (pp. 52-53)
Louis-Charles Mahé de Labourdonnais se sentaba mayestático en su silla de brazos, reflexionando.
–No le hace falta pensar ya –susurró Deschapelles. Eso se lo enseñé yo.
Se balanceó hacia el tablero, fijando con intensidad la vista sobre su octava fila.
–No le hace falta mirar, lo hace sólo por el efecto. Eso también se lo enseñé yo. Ahora acercará la mano despacio, la dej…
…la dejó suspendida sobre el peón de sexta por unos segundos…
–Unos segundos más, Louis-Charles y ahora tom…
…tomó con la dama la torre de su derecha. La de la columna de dama.
–Y eso también se lo enseñé yo.
–Porque los jugadores son actores –dijo el joven Borodin, como quien muestra que ha aprendido la lección– y la partida es teatro.
–¡Nada de teatro! Lo de la carta al ministro era hacer teatro. Esto es oficiar ante un altar. No se puede mover de cualquier manera en una posición que perdurará siglos. Hay que hacerle los honores. Los ritos –dijo gesticulando tajante con su mano izquierda–, mi pequeño príncipe, son necesarios.
Alrededor del tablero, los rostros flotaban sorprendidos en el asombro. Ni Lewis, Ni MacDonnell, ni Walker esperaban ese movimiento demoledor e inmediato. Ni tampoco los franceses, con la excepción, quizá, de Deschapelles. Si consideramos francés al Général, ya que él mismo había renegado de la Francia gobernada por un hatajo de usurpadores que traicionaron a la República, y se sentía más compatriota de cualquier hombre, fuera de dónde fuera, que amara la libertad y la democracia.
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