Juan Corzo y Príncipe (1873-1941) había nacido en Madrid y emigró a Cuba en 1887, donde fue campeón nacional de ajedrez en varias ocasiones. Su match con Capablanca de 1901, en el que fue derrotado por el joven prodigio (3-4 y 6 tablas) marcó el inicio de la fulgurante carrera de éste. El interesante artículo que sigue fue publicado en El Ajedrez Español en 1936.
AJEDREZ ESPAÑOL RETROSPECTIVO
Lord Macaulay, en su estudio sobre la Guerra de Sucesión en España, a base de la obra de Lord Mahon referente a aquella guerra que llevó al trono de San Fernando, como herederos de los Austrias, a los Borbones, recuerda las grandezas y prestigios españoles en los primeros tiempos de la dinastía que, iniciada por Carlos V, tuvo por último vástago a Don Carlos el Hechizado. A los ojos de los ingleses, los españoles de aquella época eran a modo de ser superiores, para el bien y para el mal. «El ascendiente que España tenía entonces –dice el ilustre ensayista inglés– era, bajo un aspecto, bien merecido. Lo había conquistado por su indiscutible superioridad en todas las artes de la guerra y de la política. En ninguna sociedad moderna, ni aun en Inglaterra bajo el reinado de Isabel, ha habido a un mismo tiempo número tan crecido de hombres eminentes en la literatura y en las empresas activas como produjo España en el siglo XVI.» Y luego de citar los nombres de Boscán y Garcilaso, poetas y guerreros; de Alonso de Ercilla y Hurtado de Mendoza, agrega: «Lope embarcó en la ‘Invencible’ y Cervantes fue herido en Lepanto.»
Macaulay habría podido añadir a la mención de esas grandezas pretéritas que, en el siglo de oro de nuestra literatura, España poseía el más fuerte ajedrecista de la época, Ruy López de Sigura, autor del primer tratado metódico del juego ciencia, cuyo nombre, junto al de Lucena, es gloria de nuestra raza. El ajedrez era entonces jeugo predilecto de los grandes y gozaba de extraordinaria popularidad en España.
Vino después la decadencia de las artes, en la política, en las letras, y se rubricó sangrientamente en los campos de batalla; pero ninguna caída fue más honda y completa que la experimentada por España como gran potencia ajedrecística. Enorme es sin duda el retroceso marcado por la diferencia de mérito entre los dramas de Calderón y los de Comella, pero siquiera éste escribía, mientras que las generaciones que sucedieron a la de Lucena y Ruy López, dejaron de jugar al ajedrez.
Hay que llegar a mediados del siglo XIX para notar un conato de renacimiento de la afición ajedrecística española. En 1867, D. Celso Golmayo, natural de Logroño, hace airoso papel en el Torneo del Emperador, jugado en París cuando Napoleón III aún parecía árbitro de los destinos de Europa. Golmayo y Aurelio Abela, notable problemista malagueño, puede decirse que son los únicos nombres españoles que se citan con relieve en las revistas ajedrecísticas de la época.
¿Hubo otros que merezcan recordarse?
Mi padre, D. Antonio Corzo, autor de ‘Las dos joyas de la casa’, afortunado juguete cómico que ha debido representarse desde su estreno más de mil veces en los teatros de España, y que ahora mismo lo he oído ‘decir’ por radio aquí, en Cuba, escribió una zarzuela, arreglo de una obrita de Scribe, bajo el título ‘Las fieras de Su Alteza’, estrenada en el Teatro Eslava el año 1873, en la que se trata de un oso, fiera predilecta de un príncipe, apasionado coleccionador de esa clase de bichos. En una de las escenas pondera un cortesano las excelencias del maravilloso plantígrado, diciendo:
«–Baila como Petipá,
gana a Espino al ajedrez..
–¿Y habla?…
–¡Como Castelar!»
Pues bien: ¿qué aficionado puede decirnos quién era Espino, cuáles sus hazañas, cómo y contra quién demostró su excelencia?
Henri Delaire, en ‘Les Echecs Modernes’, entre la docena de nombres de ajedrecistas españoles de todos los tiempos, menciona a C. A. Valdespino, del que da estos breves datos biográficos: «Madrid, 1828-1875, fuerte jugador, considerado como el campeón español.»
¿Sería este Valdespino el Espino aludido por mi padre en ‘Las Fieras de Su Alteza’? Quizá, aunque tengo idea de haber leído en alguna parte, lo que no he podido ratificar rebuscando en mi biblioteca, que son dos personas distintas. Lo cierto es que desde el torneo de Londres de 1851 al de París de 1867, sólo ingleses, franceses, polacos, prusianos, rusos, húngaros, etc., acudían a esas justas internacionales, sin que en ellas tuviera representación alguna la patria de Ruy López.
D. Celso Golmayo, que rompió el hielo, «el Maestro», como le llamábamos en Cuba, donde residió largos años, creando familia y teniendo por herederos de sus talentos a sus hijos, Celsito, el malogrado ajedrecista que fue uno de los más fuertes amateurs españoles, y Manuel, hoy teniente coronel y divulgador del juego ciencia desde las columnas del ABC, contribuyó con D. Vicente Martínez Carvajal y D. Andrés Clemente Vázquez a abonar el terreno de la afición cubana, de la que habría de surgir ese genio del ajedrez contemporáneo que se llama José Raúl Capablanca, quien para honor de nuestra estirpe ha sabido probar en los torneos de maestros que la raza española puede hombrearse de igual a igual con la germana, la anglosajona y la eslava en el palenque de las sesenta y cuatro casillas.
Mientras en Cuba se han conservado no pocas partidas aquí jugadas por Golmayo, Vázquez, Carvajal, Ponce y otros notables aficionados, y aun de sus antecesores, D. Félix Sicre y D. Aureliano Medina, ni de Espino ni de Valdespino se guarda nada en los fastos ajedrecísticos españoles. Ello se debe, sin duda, a que no tuvieron Prensa. Hasta hace pocos años, los periódicos españoles no concedieron beligerancia al rey de los juegos, y dedicarle una columna les parecía absurdo, aunque consagrasen planas enteras a las corridas de toros. Evidentemente, nuestro juego no era popular en la nación que lo aprendió de los árabes y lo difundió por Italia, y desde allí por toda Europa. A ello se debe, probablemente, la carencia de antecedentes y detalles de los ajedrecistas del tiempo viejo.
En cuba, un español, el cáustico D. Juan Martínez Villergas, era aficionado al ajedrez, aunque no de primera fuerza, ni mucho menos, y en ‘El Moro Muza’, uno de los semanarios político-literarios que aquí editara en la época colonial, hubo de publicar algunas de las partidas jugadas por Pablo (sic) Morphy en La Habana. Villergas vino a Cuba alrededor de 1890 por tercera o cuarta vez, y entonces lo conocí personalmente, pues ya de oídas lo conocía bien, por saber que me había tenido en la pila cuando me bautizaron, y me acuerdo del siguiente problema que me enseñó,. explicándome que la posición, no por rara, era inverosímil:
(véanse diagramas y solución, al final)
El me lo dio a conocer como anónimo, aunque posteriormente he sabido que es original de T. M. Brown, y lo cito como una amenidad de esta ya larga crónica.
De los datos expuestos se deduce cuánto pueden hacer los periodistas y escritores por mantener y desarrollar uina afición cultural, como el ajedrez, y ahora que éste ha tomado nuevo ímpetu en España, debieran los bibliófilos buscar datos para darnos a conocer algo del ajedrez retrospectivo español, y aunque no encuentren juegos de Espino, ni de Valdespino, siempre sería curioso saber dónde jugaban o jugaba, si los dos son uno solo, quiénes eran sus más fuertes adversarios, y cualquier otra noticia, para que entre Ruy López y Golmayo no haya en España, ajedrecísticamente hablando, más que un paréntesis de sombras, una época de oscuridad total, como algunos califican los siglos que mediaron entre la antigüedad romana y el Renacimiento.
Solución al problema:
1 Cec6+ dxc6 2 dxe3+ fxe3 3 Th4+ Ae4 4 Thxe4+ dxe4 5 Ae5+ dxe5 6 Txd8+ Cd5+ 7 Txd5+ cxd5 8 Cc6++
Se trata de una de las versiones del problema conocido como Jaula de Tamerlán.
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Antonio Gude 17:39, septiembre 13, 2011
Celso Golmayo fue, sobre todo, un gran impulsor del ajedrez en Cuba. Presidente del Club de La Habana, uno de los más pujantes del mundo (no olvidemos que organizó los matches Steinitz-Chigorin y STeinitz-Lasker), entre otros importantes eventos. El propio Steinitz le estaba tan reconocido que le dedicó su magna obra sobre el torneo int de N York 1889 (con todas las partidas comentadas).
Anonymous 14:19, septiembre 13, 2011
Saludos,Antonio:
Te adjunto artículos, extractados de la «red», relacionados con esta columna:
“Celso Golmayo Zúpide fue un abogado y ajedrecista español, nacido en Logroño, La Rioja, el 24 de abril de 1820, y fallecido en La Habana, Cuba, el 1 de abril de 1898. Pronto se trasladó a Cuba donde fue Fiscal del Tribunal Contencioso de La Habana. Allí fue el mayor impulsor del ajedrez en Cuba, y el primer campeón no oficial, desde que en 1862 ganara a Félix Sicre. También participó en un famoso torneo en París, en 1867, donde logró la octava posición tras perder contra Ignatz von Kolisch. En otras partidas, ganó a Paul Morphy (3-2) en Blindsim, 1864; perdió contra Gustav Neumann (0-3) en París, en 1867; perdió dos veces contra Wilhelm Steinitz (2-9) en 1883 y (0-5) en 1888; ganó dos veces a Andrés Clemente Vázquez (7-0) en 1887 y (7-4) en 1890; perdió tres veces contra George Henry Mackenzie (3-6) y (0,5-5,5) en 1887 y (4,5-7,5) en 1888; perdió contra Joseph Henry Blackburne (4-6) en 1891; y perdió contra Emanuel Lasker (0,5-2,5) en 1893, estos últimos en La Habana. Celso Golmayo fue padre de Celso y Manuel, quienes también destacaron en el ajedrez”.
“Aurelio Abela y de La Torre:1843 – 1892. Durante años el mejor compositor de problemas en España. Estudiante en Madrid, aprendió Ajedrez de mano de Martínez de Carbajal. Regresó después a su Málaga natal, donde ejerció la carrera de medicina. Era el Más fuerte jugador de partida de su tiempo. Componía problemas, prácticamente en solitario en todo el país y fue el primer compositor español que consiguió distinciones en concursos extranjeros. Sus obras, como en la mayoría de las composiciones españolas de su época, muestran la omisión, por desconocimiento o por simplificación, de los principios de las primeras escuelas centroeuropeas, pero, en Abela, la imaginación basta para justificar las composiciones y algunas de las ideas que años después alcanzarían justa fama, ya están presentes en sus problemas”.
“Celestino Alonso Rodríguez Valdespino nació en Benavente, provincia de Zamora, y fue funcionario del ministerio de Hacienda hasta el año 1867, en que estableció en Madrid un taller de litografía. Desde muy niño en Benavente ganaba a todos en el juego de damas, y a los 20 años era ya un consumado jugador de ajedrez, damas y demás juegos basados en el cálculo, sobresaliendo siempre en el primero de los citados. Valdespino fue un verdadero genio ajedrecista, tanto, que de haber vivido en Alemania, en Inglaterra o en otra nación de ambiente más propicio que el nuestro al ajedrez, hubiera rivalizado con los más insignes maestros del siglo XIX”. (Información tomada de la red)
Jairo