ajedrez, junio 29, 2021

CALIDOSCOPIO EN BLANQUINEGRO

 

 

Daniel Perchman es un autor y periodista uruguayo, que ha publicado varios libros y dirigió la revista Ajedrez Hoy. Fue también un destacado ajedrecista que se proclamó campeón de su país en 1991, compartiendo el primer puesto al año siguiente, y representó a Uruguay en las olimpiadas de Novi Sad, 1990 y Moscú, 1994.

¿Cómo debe reseñarse un libro de entrevistas?

La calidad de una entrevista depende de dos personas, como en una partida de ajedrez o para bailar el tango. El personaje entrevistado puede ser alguien interesantísimo y brillante, pero si el entrevistador no está a la altura de las circunstancias, el resultado del encuentro puede ser muy pobre. Lo mismo puede decirse en el caso en el que el entrevistador sea alguien brillante e incisivo, pero el entrevistado  apenas es receptivo  a los estímulos, produciendo, por la razón que sea, respuestas anodinas y neutras.

En el libro que nos ocupa, Perchman destila agudeza y sentido de la oportunidad. Algunas preguntas son comunes a la mayoría de los protagonistas de este libro, pero en cada caso elige otras de diverso tenor, apropiadas al personaje.

Pero dejemos de teorizar. En la obra son entrevistados 32 personajes, la mayoría jugadores famosos, además de algunos periodistas y autores. El libro está prologado por Leontxo García, que también es uno de los entrevistados.

Con el tiempo me he dado cuenta de que he escrito ya como un centenar de reseñas de libros y eso te da cierta perspectiva o, digamos, una experiencia con ese subgénero crítico, y una de mis conclusiones sobre la técnica de reseñar es que no sólo debe hablarse del libro en tercera persona, sino también, y muy especialmente, conviene hacer que el propio libro hable por sí mismo, según el procedimiento socrático de extraer las ideas a la luz mediante el diálogo.

Me ha parecido que no estaría mal armar una síntesis de mis impresiones de lectura, una especie de calidoscopio  con las declaraciones de estos variopintos personajes, unidos por ese hilo conductor que es su actividad ajedrecística, su amor o pasión por el ajedrez.

Los más famosos son Vishy Anand, Óscar Panno, Veselin Topalov, Judit Polgár, Alexei Shirov, Miguel Illescas, entre otros.

La calidad de las entrevistas difiere bastante, a pesar de que la extensión es similar y las preguntas, como ya he dicho, tienen un rango periodístico notable. La mayoría de ellas me ha gustado mucho, algunas (pocas) algo menos y hay una (a la que me referiré al final) que no me ha gustado nada.

Me gustó la peculiar elección de Panno, que se considera discípulo de Julio Bolbochán, como su partida preferida: “La partida de Fine contra Keres en el AVRO 1938. Allí Keres gana una Ruy López con negras, en una combinación que no termina nunca.”

También nos cuenta una anécdota desconocida de Bobby Fischer: “En aquella época (primer viaje suyo a Buenos Aires) salió el comentario del preso que estaba en el corredor de la muerte, Caryl Chessman, y él se interesó muchísimo, salió a buscar a un quiosco todos los libros y revistas que hablaban del tema.” Por cierto, Chessman no significa jugador de ajedrez, sino pieza de ajedrez.

Para Shirov, su momento verdaderamente memorable fue cuando ganó a Kramnik, en 1998, el famoso match de Cazorla, final de candidatos  del World Chess Council , cuyo vencedor debía disputar el título mundial a Kasparov. Es sabido lo que pasó: aquel match nunca llegó a celebrarse y, por supuestas razones de marketing, Kasparov decidió enfrentarse a Kramnik. El gran maestro de Riga dice también: “Cuando comencé a jugar me fascinaba el proceso analítico, encontrar novedades y todos los misterios del juego.”

La extraordinaria Judit Polgár, admiradora de Salvador Dalí, cree que “Kasparov fue quien cambió la teoría en ajedrez. Fue quien cuidó y desarrolló más la tecnología y la inteligencia artificial en ajedrez.”

Al GM paraguayo Axel Bachmann le hubiera gustado jugar en la época romántica, en que la computadora no era parte del escenario y declara: “Me animaría a decir que el fútbol es mi gran pasión, incluso mayor que el ajedrez.”

Alan Pichot no se imagina la vida sin jugar al ajedrez, y le gusta la película de Campanella El secreto de sus ojos. ¿A quién no?

Muchos españoles entre los entrevistados, a los que nos referiremos de modo especial.

Para Pepe Cuenca, que considera el ajedrez deporte, competición antes que cualquier otra cosa, el ajedrez “ha sido un instrumento para conocer el mundo y sus diversas gentes, culturas y países. (…) Conocer a gente de tantos lugares, y de un pensamiento tan distinto al mío, me ha aportado una riqueza personal de un valor incalculable.”

Hablando de campeones mundiales, dice: “todos admiramos al Magnus Carlsen jugador. Es una bestia competitiva. Jamás se conforma con tablas y tiene un dominio casi perfecto de todas las fases del juego.” Y está convencido de que “la belleza de una combinación de Tal se puede equiparar a la de un cuadro de Picasso.”

Me interesó mucho la entrevista con Miguel Illescas. Aquel muchacho que a los dieciocho años recorría los casinos jugando blackjack, que trataba de hacer saltar la banca o, al menos, ganar dinero con el juego, se reconvirtió, y en un giro significativo, se hizo ingeniero informático y ajedrecista profesional, ganó el Campeonato de España y entró en el top 100 del ranking mundial.

Dice Miguel: “El ajedrez usa la tecnología, se adapta, pero sobrevive a ella e impone su personalidad.”

Dice también, de los ocho años en que trabajó con Kramnik: “Empecé a trabajar con él en 1999. Al principio no sólo era su entrenador, sino su brazo derecho. Me ocupaba de todo, y cuando digo de todo es de todo.” Hasta su match con Topalov, en 2006. “Ese fue el fin de nuestra colaboración. Me di cuenta de que no podía aguantar ya más ese ritmo.”

Sus mejores experiencias fueron como jugador, como entrenador y también como asesor de IBM en el proyecto Deep Blue. Como lector, le gustan García Márquez, Roberto Bolaño y la ciencia ficción. Admira al pintor Vermeer (muy aficionado, por cierto, al ajedrez).

La campeona española Sabrina Vega es muy popular, por su simpatía y don de gentes, y no sólo en la Península Ibérica. “Soy isleña”, dice, “así que no puedo evitar inspirarme con el mar, tengo la necesidad de sentir el calor del sol y ver la inmensidad del horizonte me da buena energía. (…) La felicidad es de alguna forma sentir que aporto algo a los demás y que aunque sea mínimamente contribuyo a mejorar aquello que me rodea.” Le gusta Las meninas, que invariablemente le recuerdan a Mujercitas, la meliflua novelita de Louise May Alcott. Sorprende (o me sorprende a mí) esta curiosa asociación que, en cualquier caso, no ofenderá a Velázquez, porque no es plausible que lea la entrevista. Las mejores jugadoras de la historia son para Sabrina Judit Polgár y Hou Yifan.

Julio Granda piensa retirarse en Camaná, su lugar natal, aunque también le gusta mucho Santander, en el norte de España. Julio fue durante años el mayor referente del ajedrez latinoamericano, un talento puro. Dice algo curioso: “El ajedrez es una especie de ensayo de la verdad.”

Elizbar Ubilava es alguien que ha leído cuarenta o cincuenta veces Guerra y paz, y para mí eso tiene rango de récord absoluto en materia de capacidad lectora. Admira a Rembrandt y Goya y cuenta cosas interesantísimas de la época en que fue entrenador y analista de Anand. Sobre Karpov, cuenta esta anécdota: “Petrosian y Rashkovsky analizaban su partida de un Campeonato de la URSS y el primero consideraba la posición igualada. Pasó por allí Karpov y con sólo una mirada, dijo: ‘Tigran, aquí estás acabado’ y le refutó todo lo que había visto Petrosian. En ese sentido, me recuerda a Capablanca.”

Manuel Pérez Candelario nació en Zafra, como Ruy López, y antes de cumplir los diez años recorría los bares de su pueblo en busca de jugadores de ajedrez. “Creo que el jugador ideal de la historia lo tenemos ahí y se llama Carlsen.” Su ídolo de infancia es Shirov, actualmente uno de sus mejores amigos y su mejor recuerdo ante el tablero es el triunfo de su club, el Magic en la Copa de Europa de clubes de 2007.

El gran maestro uruguayo Andrés Rodríguez tiene una personalidad muy peculiar. Durante la Olimpiada de Moscú, en 1994, una madrugada la policía ordenó desalojar el Hotel Cosmos ante el aviso de bomba de unos terroristas chechenos. Su amigo, el autor del libro, fue a despertarlo, pero recibió esta respuesta: “Saluda a los chechenos de mi parte, pero voy a seguir durmiendo.” Bendita pachorra existencial, ante tanta histeria colectiva. Le impresiona el Guernica de Picasso.

A la pregunta de a qué cinco personas invitaría a comer, Olga Alexandrova, doble campeona ucraniana y española, casada con Miguel Illescas y hoy retirada del tablero, propone dos quintetos. Me interesa el segundo: Marie Curie, Coco Chanel, Frida Kahlo, la princesa Diana y Meryl Streep.” Y tiene el excelente gusto literario de admirar El maestro y Margarita, de Mijail Bulgakov.

Por último, nos cuenta Claudia Amura, múltiple campeona argentina, una graciosa anécdota: “Cuando empiezo a jugar una Pelikan, viene Panno y me dice: ‘Esta línea no la podés jugar, es mala.’ Yo le pregunté: ‘¿Para quién?’ entonces me responde: ‘Para los dos’.”

La entrevista que no me gustó. Anand, varias veces campeón del mundo, es grande entre los grandes y eso no hay ni que decirlo. Además, tiene una merecida reputación de ser generoso con los jóvenes de su país y, en general, es un personaje muy querido por el público ajedrecista. Aclaro, por tanto, que eso no tiene nada que ver con lo que voy a decir. Su entrevista, la primera del libro, es sorprendentemente anodina y banal. Y eso, por supuesto, no es imputable al entrevistador, sino a la pobre calidad de sus respuestas. Incapaz de mencionar un libro o un película que le guste, una anécdota. Ni siquiera una frase digna de recordar.

En cualquier caso, esta opinión mía sobre un texto aislado no resta un ápice al gran valor de la obra, un trabajo admirable que sólo podemos ensalzar como se merece, y a la que deseamos el mayor de los éxitos. En buena hora, querido Daniel, y que esa pluma siga tan afilada.

 

Claros y oscuros detrás de los genios

Daniel Perchman

22×25

ISBN 978-9915-40-389-2

300 págs

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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